Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
La catequesis de hoy está dedicada a la Quinta Palabra: no matarás. El quinto mandamiento: no matarás. Estamos ya en la segunda parte del Decálogo, la que se refiere a las relaciones con el prójimo; y este mandamiento, con su formulación concisa y categórica, se yergue como una muralla de defensa del valor fundamental en las relaciones humanas. Y ¿cuál es el valor fundamental en las relaciones humanas? El valor de la vida. Por eso, no matarás.
Se podría decir que todo el mal obrado en el mundo se resume en esto: el desprecio por la vida. La vida está agredida por las guerras, por las organizaciones que explotan al hombre —leemos en los periódicos o vemos en los informativos muchas cosas—, por las especulaciones sobre la creación y por la cultura del descarte y por todos los sistemas que someten la existencia humana a cálculos de oportunidad, mientras que un número escandaloso de personas vive en un estado indigno para el hombre. Esto es despreciar la vida, es decir, de algún modo, matar.
Un punto de vista contradictorio consiente también la supresión de la vida humana en el seno materno en nombre de la salvaguardia de otros derechos. Pero, ¿cómo puede ser terapéutico, civilizado, o simplemente humano un acto que suprime la vida inocente e indefensa en su florecimiento? Yo os pregunto: ¿Es justo «quitar de en medio» una vida humana para resolver un problema? ¿Es justo contratar a un sicario para resolver un problema? No se puede, no es justo «quitar de en medio» a un ser humano, aunque sea pequeño, para resolver un problema. Es como contratar a un sicario para resolver un problema.
¿De dónde viene todo esto? La violencia y el rechazo a la vida, ¿de dónde nacen, en el fondo? Del miedo. De hecho, acoger al otro es un desafío al individualismo. Pensemos, por ejemplo, cuando se descubre que una vida naciente es portadora de discapacidad, incluso grave. Los padres, en estos casos dramáticos, necesitan cercanía real, solidaridad verdadera, para enfrentar la realidad y superar temores comprensibles. En su lugar, a menudo reciben consejos apresurados para interrumpir el embarazo, es decir, es una forma de decir: «interrumpir el embarazo» significa «quitar de en medio a uno», directamente.
Un niño enfermo es como todos los necesitados de la tierra, como un anciano que necesita ayuda, como tantas personas pobres que luchan por salir adelante: él, el que se
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