Fecha: 23 de febrero de 2020
Queridos diocesanos:
Algunos se sorprenderán que en el título mencione ya la fiesta de la Pascua cuando faltan tantos días para su celebración el domingo 12 de abril. Y es que todo acontecimiento eclesial importante necesita de una adecuada preparación. Lo vemos en nuestro entorno más cercano y también cuando nos toca organizarlo a nosotros tanto en nuestra vida personal como familiar. Algo parecido ocurre en los ámbitos de las organizaciones sociales o en la responsabilidad municipal. Muchas personas se ocupan de tener todo listo para una fiesta, el local, los invitados, el orden de las intervenciones, la comida… Son detalles que exigen esfuerzo de unos cuantos para que todos queden satisfechos.
En la vida cristiana tenemos la fiesta central del año en la Pascua de la Resurrección del Señor. Y la Iglesia nos pide una auténtica preparación para celebrarla; nos ofrece el tiempo de CUARESMA, cuarenta días, para que organicemos de nuevo nuestra vida, volvamos a mirar el rostro de Cristo, utilicemos los medios que Él ha puesto a nuestro alcance para identificarnos con sus palabras y sus actitudes y vivamos la inmensa alegría de resucitar a una vida nueva, llena de bondad, de misericordia, de perdón y de servicio. Esto es una invitación para todos los bautizados. Nadie puede sentirse excluido de su propia responsabilidad eclesial. Todos preparamos la fiesta según las condiciones, circunstancias o funciones que cada uno tiene mirando siempre el bien común. Este tiempo de preparación nos beneficia primeramente a nosotros como individuos y, de forma simultánea, redunda en toda la comunidad.
Los medios que Dios pone a nuestra disposición son de sobra conocidos por todos aunque en ocasiones nos excusemos con la ignorancia, la pereza o la vacilación. Inciden en las dos dimensiones, la interior y la exterior. Ambas igualmente importantes si bien en el centro de nuestro ser es donde se produce el cúmulo de sentimientos que nos acercan a Dios y a los hermanos o que, por el contrario, nos alejan y rechazamos su voluntad. Queremos buscar siempre la coherencia entre nuestros sentimientos, nuestras palabras y nuestras acciones para conseguir la vinculación del corazón con los resultados exteriores del comportamiento. Evitaremos así la hipocresía y cumpliremos con el mandato de Jesús. Ne necesitamos para ello dos disposiciones: el silencio y la escucha de la Palabra de Dios. Reconoceremos de forma inmediata los tres medios a nuestro alcance: la limosna, la oración y el ayuno.
Todos aquellos que participen de la Santa Misa el próximo Miércoles de Ceniza, primer día de cuaresma, escucharán las palabras del Señor en el evangelio de san Mateo. Os invito a que lo hagáis atentamente y tratéis de aplicar estas recomendaciones a nuestra propia realidad actual La limosna os permitirá compartir lo vuestro con los necesitados, con los sin techo, con los abandonados, con todos aquellos que no tienen de qué vivir y no han perdido la dignidad. La oración hará posible que contéis siempre con la fuerza de lo alto, con la gracia de Dios que nunca os abandona y, en ese diálogo intenso y sincero, recibir el impulso de la práctica del amor fraterno. El ayuno que nos pone en camino para luchar contra el consumismo, la satisfacción corporal abusiva por la acumulación de alimentos o las consecuencias de los otros pecados capitales.
Pidamos todos a Dios que nos ayude a vivir con autenticidad esta cuaresma. Es el mejor modo de preparar la gran fiesta de la Pascua.
Con mi afecto y bendición.