Fecha: 15 de marzo de 2020
San José es un personaje excepcional en la Biblia. En los evangelios no se le atribuye ni una sola palabra. Este silencio es significativo y quizás una consecuencia lógica de su personalidad.
Fue un hombre admirable, que siempre supo estar en un segundo plano. Un hombre que demostró que, en la vida, solo es grande quien sabe ser pequeño. Un hombre común que tuvo que enfrentarse a una situación extraordinaria y aceptarla.
¿Podemos llegar a imaginar qué debió sentir cuando un ángel se le presentó en sueños y le encargó un misterioso plan? ¿Qué debió sentir al tener que renunciar a toda su vida anterior? ¿O cuando supo que el hijo de Dios iba a bajar al mundo y qué él le haría de padre?
A pesar de que vivió hace más de dos mil años, su ejemplo sigue muy vivo. En un mundo ruidoso como el nuestro, san José nos recuerda la importancia del silencio para encontrarnos a nosotros mismos y dejarnos encontrar por Dios. En un mundo en que tendemos a complicarnos la vida, san José nos muestra la belleza de lo simple. En un mundo donde buscamos una explicación racional a todo, José nos enseña a confiar más en lo que nos inspira el corazón.
Sin duda, detrás de María, la madre de Jesús, hubo un gran hombre. Un hombre que habló con el lenguaje del alma y que llegó infinitamente más lejos de lo que hubieran llegado sus palabras. Un hombre que demostró que no es solo la carne y la sangre lo que nos hace padres e hijos, sino también el amor. Un elegido de Dios que optó por una vida sencilla para honrarle y al que tenemos tanto que agradecer.
La Iglesia universal celebra cada 19 de marzo la solemnidad de san José, proclamado patrono de la Iglesia por el papa Pío IX en 1870. Además, este es también el día en que todos los hijos felicitan a sus padres y les agradecen su noble misión.
La figura de este santo es fundamental en la vida de todo cristiano, es el modelo de compromiso para los sacerdotes y seminaristas de todo el mundo. Por ello, este 22 de marzo, el domingo más próximo a la fiesta de san José, celebraremos el «Día del Seminario». Siguiendo una antigua tradición, se invoca a san José como protector de las vocaciones sacerdotales, pues el sacerdote es llamado a custodiar a la gran familia de la Iglesia y a entregar la vida por Cristo y por los demás.
Queridos hermanos y hermanas, aprovecho esta ocasión para invitaros a todos a tomar conciencia de la importancia del Seminario, a rezar con intensidad por las vocaciones al sacerdocio y a colaborar económicamente para su sostenimiento.
Padre, por intercesión de san José, te pedimos por los padres de familia cuya fiesta celebramos y por todos los jóvenes y adultos escogidos por tu Hijo para el sacerdocio, para que por la acción del Espíritu Santo descubran tu llamada y reciban la fuerza necesaria para dar un sí firme y gozoso.