Fecha: 7 de junio de 2020
Este domingo celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad, que nos llena de esperanza y confianza al recordar que la relación de amor entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo es el origen de todo. Detrás de todo lo que existe hay una familia que se ama hasta el extremo, que nos ha creado y que nos acogerá al final de esta vida.
Es un momento intenso del calendario litúrgico que hoy adquiere un significado aún más especial por las consecuencias del coronavirus. Esta fiesta es también la fecha elegida para la Jornada Pro orantibus, dedicada a orar intensamente por las personas consagradas contemplativas que continuamente rezan por nosotros, que este año tiene el lema: «Con María en el corazón de la Iglesia».
La vida contemplativa es expresión del amor radical a Dios, a cada uno de sus hijos y a toda la creación. Los monjes, las monjas y los eremitas ofrecen su vida en alabanza continua a la Santísima Trinidad. Su oración intercede constantemente por la comunidad cristiana y por toda la humanidad. Desde los inicios de la Iglesia siempre ha habido cristianos que se han sentido interpelados por las palabras de Jesús: «Ven, sígueme» y, movidos por el Espíritu Santo, se han consagrado totalmente a Dios, a ejemplo de Jesús que pasaba noches enteras en oración.
La vida contemplativa se desarrolla en silencio en medio del mundanal ruido, en espacios privilegiados para cultivar la vida interior y la oración, donde se respira de otra forma, donde la paz y la placidez lo inundan todo, donde uno se siente bien. Sor Isabel de la Trinidad dice: «Cuando te aconsejo la oración, no se trata de imponerse una cantidad de oraciones vocales para rezarlas diariamente. Hablo más bien de esa elevación del alma a Dios a través de todas las cosas, que nos constituye en una especie de comunión ininterrumpida con la Santísima Trinidad, obrando con sencillez a la luz de su mirada» (Epistolario 202).
Cerca de nuestra casa tenemos monasterios y conventos de vida contemplativa donde podemos recuperar el cuerpo y el alma con un tiempo de retiro y oración. Hoy en día, en internet, podemos encontrar información y vídeos que nos ayuden a descubrir la belleza y la profundidad de esta vida llena de corazón. Os animo a tener un encuentro con un monje o una monja contemplativos, es una experiencia que no os dejará indiferentes.
Más allá de las paredes de un monasterio, los cristianos estamos llamados a ser de alguna manera contemplativos en la cotidianidad. Estos meses de confinamiento, hemos vivido algunas experiencias similares a las de los contemplativos, recluidos en los monasterios. Ellos, sin embargo, han elegido libremente, movidos por el Espíritu, el camino de seguir a Jesucristo para dedicarse exclusivamente a la vida contemplativa. La oración que sale de los monasterios es la voz de la Iglesia y de muchos hombres y mujeres que no saben, no quieren o no pueden orar.
Queridos hermanos y hermanas, quiero agradecer a la Santísima Trinidad el don de la vida contemplativa para la Iglesia. Que Santa María, Madre de Dios, acompañe nuestro camino y el de todos los contemplativos con la luz de la fe, el consuelo de la esperanza y la fortaleza de la caridad. Y no nos olvidemos de rezar frecuentemente: «Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.» Amén.