Fecha: agosto de 2020
Sin duda es bueno que la naturaleza entre en nuestras vidas personales «por la puerta grande», al menos en tiempos especiales, como las vacaciones. Es bueno en muchos sentidos para la salud social y propia.
Pero vamos más allá. Consideramos que sobre todo esta apertura de la ventana a la naturaleza es necesaria, desde el punto de vista de nuestra fe en Dios creador y redentor del mundo. Más concretamente a partir de los mensajes que escuchamos en la Carta Encíclica Laudato Si’ del papa Francisco. Este año se cumple el quinto aniversario de su publicación y somos invitados a fijarnos especialmente en su llamada a vivir con espíritu evangélico la ecología integral.
Desde nuestra Diócesis nos adherimos a la invitación que nos llega del Dicasterio vaticano para el Desarrollo Integral, para sumarnos al denominado «Tiempo de la Creación». Una iniciativa que consiste en intensificar la atención y el compromiso de la Iglesia a favor del cuidado de la denominada casa común, el cosmos, el mundo natural que acoge nuestra humanidad y ante el cual tenemos una grave responsabilidad.
El Papa reconoce que es tarea de toda la hu-manidad cuidar y respetar la naturaleza. Su intención expresa en esa encíclica es, mediante el diálogo, ofrecer la aportación de la fe y la moral cristiana a esta tarea universal y común. Pero esta aportación no es un simple conjunto de doctrinas, sino que forma parte de nuestra fe, que es vida, verdad, gozo, búsqueda, posesión, amor, acción, contemplación, compromiso, etc.
Por eso pretendemos en estas breves líneas invitar a la realización de un esfuerzo de profundización en la vivencia de una ecología cristiana e integral, mediante la obser vación, la lectura y la meditación en este tiempo propicio de las vacaciones.
Sólo recordamos una condición, que hará factible este ejercicio. Los sentidos son las ventanas mediante las cuales nos abrimos al mundo exterior. Pero, si queremos descubrir algo más que la imagen material, los sentidos deben ser dirigidos por una determinada disposición interior. ¿En qué consiste esta disposición interior? Consiste en todo lo que incluye la mirada de fe: apertura, escucha, disponibilidad, sensibilidad, contemplación. Todo aquello que nos permite captar con la vista el mensaje de vida contenido en el libro de la Sagrada Escritura más allá de la letra, así como nos hace capaces de descubrir la Palabra de Dios en otros dos libros donde ella también habita, es decir, la historia y la naturaleza.
San Buenaventura, siguiendo a su maestro san Francisco de Asís, llegó a escribir estas letras:« Quien no ve los innumerables esplendores de las criaturas, está ciego; quien con tantas voces no se despierta, está sordo; quien no alaba a Dios por todas estas maravillas, está mudo; quien con tantos signos no se eleva hasta el primer principio, es necio» (Itinerarium mentis in Deum, I,15).
Las miradas a la naturaleza son muchas y variadas, según las disposiciones interiores: habrá quien buscará el rendimiento económico, la pura forma estética, su interés político, el mero disfrute placentero… Nuestros ojos quisieran descubrir en ella el don que nos viene del Señor, para que gocemos de su belleza, nos ayude a subsistir, compartamos sus bienes y, en definitiva, alabemos a Dios, que tanto nos regala.
Mensajes escogidos de la Encíclica Laudato Si’, así como los textos de la Sagrada Escritura correspondientes a cada domingo, nos ayudarán a descubrir y profundizar en la luz del misterio que el Señor sigue ofreciéndonos para nuestra salvación.