Fecha: 18 de octubre de 2020
Estimados y estimadas:
Recuerdo quede pequeño, al hablar de las «Misiones», solían llamarlas «Misiones entre «infieles»». La expresión no era correcta, porque, ¿quién es el infiel?
Para ser infiel es necesario haber sido fiel. Es infiel la persona que ha faltado a la palabra dada. Se dice infiel del marido o de la esposa que haroto la palabra de fidelidad que un día dio. No podemos llamar infieles a los pueblos que no han oído hablar de Jesús porque nunca le han dado palabra de seguirlo. Ellos son desconocedores del Evangelio. Tal vez resulta que los infieles somos nosotros que a menudo nos descarriamos del «Camino». En algunos pasajes, san Pablo llama a Jesús el «Camino». Desde la conciencia, pues, de nuestras infidelidades, debemos sentir el acicate de la misión que hemos recibido: anunciar a Jesús, el Salvador.
El papa san Juan Pablo II, en su gran encíclica misionera La misión del Redentor (1990), escribe: «Una de las razones más graves del escaso interés por el compromiso misionero es la indiferencia, ampliamente difundida, por desgracia, incluso entre los cristianos, enraizada a menudo en concepciones teológicas no correctas y marcada por un relativismo religioso que considera que «una religión vale tanto como otra»» (n. 36). También san Pablo VI, en su exhortación sobre El anuncio del Evangelio (1975), alertaba de una gran dificultad interna en el pueblo de Dios: «la falta de fervor». Y añadía: «Es tanto más grave cuanto viene de dentro. Dicha falta de fervor se manifiesta en la fatiga y desilusión, en la acomodación al ambiente y en el desinterés, y sobre todo en la falta de alegría y de esperanza»(n. 80). Es un toque de alerta para que nuestra fe y nuestra acción estén cohesionadas. Jesús nos dice: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación» (Mc 16,15).
Este año, marcado por los sufrimientos y los desafíos causados por la pandemia, debe continuar vivo este camino misionero de la Iglesia. Precisamente, el lema escogido es bien explícito: «Aquí estoy, mándame» Es la respuesta que encontramos en el relato de la vocación del profeta Isaías (6,8) a aquella pregunta siempre nueva que el Señor nos hace a todos: «¿A quién enviaré? ¿Y quién irá por nosotros?» Como afirma el papa Francisco y recordamos al inicio de nuestra exhortación pastoral El Espíritu rejuvenece a la Iglesia, «todos somos invitados a aceptar esta llamada: salir de la propia comodidad y atrevernos a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio» (Evangeliigaudium, 20). Todos debemos ser «discípulos misioneros», afirma también el Papa (n. 119-120). A partir de esta premisa fundamental, algunas personas de nuestras comunidades cristianas podrán sentir la llamada del Señor a ir a otras tierras, y el resto de los creyentes los animaremos y alentaremos a seguir este camino. ¡Solo así no seremos «infieles»!
Estamos en el domingo del «Domund». Que la entrega generosa de nuestros misioneros y misioneras estimule nuestra fidelidad misionera. Ojalá muchos jóvenes sean valientes para dar un paso adelante.
Vuestro,