Fecha: 10 de enero de 2021
Miro de reojo el año 2020 que acabamos de despedir. Creo que no seré osado si digo que todos queríamos dejarlo atrás lo antes posible, porque nos ha causado mucha tristeza y un sabor amargo que tardará en desaparecer.
Ha sido un año marcado por muchos hechos y circunstancias, pero sobre todo lo recordaremos por la pandemia que nos ha hecho perder el aliento y que será tan difícil de olvidar. Ha sido un año de mucha confusión, preguntas sin respuesta y, lo más doloroso, ha sido un año de muchas pérdidas, materiales y humanas. Nos hemos dado cuenta de los límites que tenemos, pero también de nuestra solidaridad y capacidad de trabajar por el bien común. Sin duda, Dios nos ha ayudado. En medio de este dolor e incertidumbre, es un regalo contemplar el milagro del Verbo hecho hombre. Dios plantó su tienda entre nosotros (cf. Ex 33,7-11).
¡Qué regalo descubrir que todos podemos ser hijos e hijas de Dios! Somos hijos de Dios en el siglo XXI y somos capaces de transformar la sociedad en nuestro entorno más cercano. Solo necesitamos una mirada llena de amor hacia todos, sin hacer distinción de raza, sexo o religión. Es necesario que seamos capaces de tomar la iniciativa, de dar el primer paso para amar, como lo hizo Jesús. Tenemos la posibilidad de ser protagonistas de un cambio real y no siempre somos conscientes de ello.
El camino diocesano iniciado en 2018 nos está haciendo vivir una experiencia singular: nuestra mirada se está ampliando más allá de nuestra parroquia, comunidad, movimiento, realidad eclesial… Día tras día, caminamos como la gran familia de la Iglesia diocesana, estamos creciendo en fraternidad, descubrimos la juventud siendo jóvenes, de corazón y de espíritu, con los jóvenes, y ahora aminoramos el paso para apoyar a nuestros hermanos más frágiles. Jesús tuvo una predilección especial por ellos, haciéndose uno con ellos ya desde el pesebre.
Al inicio de nuestro Plan Pastoral sentíamos la necesidad de hacer un esfuerzo creativo con una actitud humilde para escuchar y servir, atentos a las realidades y posibilidades… Ante la pandemia, hemos podido constatar más que nunca el sentido de nuestra misión. Seguimos siendo colaboradores de Dios y queremos, juntos, hacer esta «opción por los pobres, de ser la Iglesia de los pobres, de ser parroquias, comunidades y grupos que acompañen a los más necesitados, de trabajar por la justicia, de denunciar, cuando sea necesario, las injusticias, de acoger a los inmigrantes y a los refugiados…» (Plan Pastoral ¡Salgamos!, 2).
Salgamos, sigamos saliendo durante este 2021, miremos a nuestro alrededor, con la mirada que tendría Jesús. Descubramos las pobrezas que nos rodean, la belleza de nuestros jóvenes y la fuerza de la fraternidad que revitaliza nuestras comunidades y ciudades.
Queridos hermanos y hermanas, deseo que en este nuevo año hagamos crecer entre todos nuestra experiencia de fe, dejándonos acompañar por Dios.