Fecha: 28 de febrero de 2021

Estimados y estimadas,

Desde hace unas semanas glosamos el documento publicado el mes pasado por los obispos de Cataluña, Espíritu, ¿hacia dónde guías nuestras Iglesias? Hoy constatamosque «la acogida debe ser una de las notas características de la Iglesia y de sus pastores. La piedra de toque de toda acción pastoral es la misericordia». Conviene que la Iglesia se distinga por su capacidad de acogida de toda persona, especialmente si se encuentra en dificultades. Quizás no podrá resolver sus problemas, pero el que sufre debe encontrar el calor de la amistad que no humilla, sino que acoge fraternalmente. Acogida significa recibir a alguien que se presenta, especialmente admitirlo a nuestra compañía. Se trata de una actitud humana, no sólo exclusiva de los cristianos, pero que para nosotros tiene unas motivaciones profundas. Jesús dijo: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados» (Mateo 11,28). Si la Iglesia es signo de la presencia de Jesús, no puede hacer otra cosa.

La acogida no debe limitarse a un rasgo que sea meramente de la comunidad. Han de ser todas y cada una de las personas, las piedras vivas que edifican la comunidad, las que deben ser acogedoras. En un pueblo, en un vecindario, en un bloque de pisos donde hay cristianos, no debería haber nadie, sea quien sea, que tuviera que tragarse su dolor solo. El papa Francisco, en el mensaje para la Cuaresma de este año, entre otras cosas, nos dice: «Vivir una Cuaresma de caridad significa cuidar de quienes se encuentran en condiciones de sufrimiento, abandono o angustia debido a la pandemia de Covid-19. En un contexto tan incierto sobre el futuro, recordemos la palabra que Dios dirige a su sirviente: “No temas, que te he redimido” (Is 43,1); ofrezcamos con nuestra caridad una palabra de confianza, para que el otro sienta que Dios lo ama como a un hijo».

La relación de situaciones de soledad es inacabable. Afirmamos los obispos, en el documento mencionado, rememorando pasajes clave del Concilio Tarraconense: «Todo el que se acerque o entre en nuestras parroquias y comunidades debe poder sentir el calor del Buen Pastor, que comprende y conoce a las personas que encuentra o que lo vienen a encontrar (véase Juan 10,14-15). Los que piden recibir un sacramento, los que pasan por el trance de la enfermedad y de la muerte y piden ayuda y consuelo, quienes se encuentran en situaciones complejas y piden una palabra de vida, alejada de todo juicio (separados, divorciados, divorciados con una segunda unión, familias monoparentales…), a todos ellos debe llegar la acogida de la Iglesia, madre de misericordia. Los sacramentos deben ser administrados y recibidos en un marco de acogida y respeto, evitando toda burocracia, también en las formas y en el trato de las personas». Cada vez aparecen más necesidades de acogida: desde proporcionar espacios destinados a encuentros de jóvenes para el diálogo y la oración hasta la acogida de inmigrantes promoviendo su integración en la sociedad; desde la cordialidad que debe mostrar la persona que abre la puerta, atiende el despacho y el teléfono de una casa de la Iglesia, a la adopción de un niño disminuido. Con estos gestos y acciones nos manifestamos hijos del Padre del cielo, porque, como dice el Salmo, «el afligido invocó al Señor, él lo escuchó y lo salvó de sus angustias» (34,7).

Vuestro,