La Conferencia Episcopal Tarraconense (CET) y el Ateneo Universitario Sant Pacià (AUSP) han celebrado el martes día 9 de marzo, con motivo de la Fiesta de Sant Pacià, patrón del Ateneo, un acto académico conmemorativo del 25 aniversario del Concilio Provincial Tarraconense de 1995. En la jornada, que ha sido presidida por el arzobispo de Tarragona, presidente de la CET y vice-gran Canciller del AUSP, Mons. Joan Planellas, ha participado Mons. Vincenzo Paglia, presidente de la Pontificia Academia para la Vida; y los testigos del evento conciliar Mons. Carles Soler Perdigó, obispo emérito de Girona y secretario del Concilio; Hna. Dolors Tribó, carmelita vedruna; Jaume Dantí, profesor de la UB; Joan Torra, decano de la FTC; y Armand Puig i Tàrrech, rector del AUSP.
El Dr. Joan Torra, decano de la Facultad de Teología de Cataluña (FTC), ha hablado de la significación y los resultados del Concilio Provincial Tarraconense, «una fuente continua de enriquecimiento personal y pastoral», «una guía de trabajo pastoral que, desde la conciencia evangelizadora, ordena las tres grandes misiones eclesiales: Palabra, Sacramento, Caridad-Comunión». El Dr. Torra ha explicado que durante el Concilio hubo temas que se volvieron «piedra de tropiezo», como el de la posible Conferencia Episcopal Tarraconense o el del sacramento de la Penitencia, «de donde finalmente sólo se constata la preocupación y la dificultad; fue también de aquellos que no se podían hablar con naturalidad». También mencionó temas que «no se profundizaron»: «el de la familia, que no aportó ninguna unanimidad de criterio y de acción; el de la escuela, con la complejidad que tiene por la diferenciación de conceptos como escuela cristiana, cristianos en la escuela, clases de religión y alternativas o cultura religiosa, y con la dificultad que conlleva por los cambios continuos en los planes educativos; el de la catequesis, donde el Concilio asumió los resultados del 1er. Congreso de Catequesis de Cataluña y las Islas, sin hacer ninguna más profundización».
El decano de la FTC ha recordado igualmente los temas que «triunfaron», los que podríamos denominar «el espíritu del Concilio»: «la acogida, queremos una Iglesia que sea acogedora, abierta, gratuita, que no actúe con sistemas de poder -¡demasiado que lo hemos hecho!-, que sepa partir de esta actitud acogedora para iniciar todos los procesos de formación; la unidad pastoral reconocida como una realidad y como un imperativo en adelante; el carisma de la vida religiosa reconocido mutuamente y aceptado dentro de la imprescindible unidad pastoral; el reconocimiento de que nuestra sociedad es muy diferente de cómo era no demasiado tiempo atrás; la demanda de perdón por las veces que hemos actuado desde el poder y no desde el servicio, y que se requiere una actitud radical de humildad; y por supuesto hay que decir que ha sido fundamental el papel de los seglares en la evangelización y el testimonio eclesial de hoy».
El Dr. Joan Torra ha acabado su intervención refiriéndose al momento actual de pandemia que vivimos y a las nuevas posibilidades que nos ha traído la situación en el campo de la enseñanza. De este modo, ha propuesto a los obispos aprovechar los nuevos medios para difundir «la sabiduría que brota de nuestro Ateneo como formación al servicio más directo de los agentes pastorales en nuestros obispados». «Y es que ha dicho el Dr. Torra-,cuantos menos somos, más formación necesitamos para que nuestro testimonio sea creíble. Estoy convencido de que esta petición viene avalada por el testimonio del patrón sant Pacià, nuestro primer Padre de la Iglesia. Vale la pena ser sus hijos».
Mons. Vincenzo Paglia, presidente de la Pontificia Academia para la Vida, ha tratado en su intervención el tema de la sinodalidad, examinado a la luz de la teología y del magisterio del Francisco, considerando que «es la correcta aplicación en nuestros tiempos del Vaticano II». Ha apuntado unas notas para una sinodalidad articulada, que ha resumido en cuatro puntos a tener en cuenta: «El primero es la distinción de la sinodalidad como acontecimiento y como proceso eclesial; el segundo, distinguir los diversos niveles de ejercicio del dinamismo sinodal (diferencia entre consejo parroquial, sínodo diocesano, concilio regional, sínodo mundial y concilio ecuménico); el tercero; la educación de la forma sinodal; y el cuarto, la relación entre eucaristía y sinodalidad eclesial».
También han participado en el acto diferentes testigos del Concilio Provincial Tarraconense. El obispo emérito de Girona, Mons. Carles Soler Perdigó, que fue secretario del CPT en 1995, afirmó que el Concilio fue «una revitalización de comunidades cristianas con un reconocimiento real del laicado, y una articulación de las iglesias, dando protagonismo a los marginados; y es que el CET estaba en línea con la nueva evangelización y con el Atrio de los gentiles».
La Hna. Dolors Tribó, carmelita vedruna, que fue la delegada provincial de las Hermanas Vedrunas, aseguró que en el Concilio «se creó un clima de comunión verdadera entre los religiosos que estuvimos, y pudimos hablar con total libertad». La Hna. Dolors trabajó el tema de los pobres y marginados: «avanzar por los caminos de la doctrina social de la Iglesia, hacer presente el gran abanico de las pobrezas, hablar de pobreza y justicia, animar las congregaciones a actualizar los carismas en función de las situaciones de pobreza y marginación»; y el anuncio del Evangelio en nuestra sociedad: «difundir el mensaje de Cristo en todo el país, utilizando un lenguaje sencillo, comprensible, para llegar a los jóvenes, con voluntad de arraigo en el país, importancia de los laicos, participación de la mujer y un plan de formación».
El último testigo fue el del profesor de la Universidad de Barcelona, Dr. Jaume Dantí, que ha asegurado que con el Concilio «queríamos poner al día y hacer propuestas de futuro de la Iglesia que amamos, y del gozo de hacer llegar el mensaje de Jesús en todo el país». «Viví un gran sentimiento de comunión y fue una gran experiencia humana; había tanta ilusión por parte de todos que, a menudo, era imposible que se cumplieran las expectativas que se habían generado de manera individual», dijo el Dr. Dantí. «Después del Concilio, el retraso en la Recognitio fue algo desmovilizador, pero en todo caso sigue siendo más necesario que nunca la conversión y la decisión desde la profundización en lo esencial del mensaje evangélico, ver cómo podemos trasladar al momento en que vivimos. Tenemos que trabajar mucho más el cómo queremos dar este mensaje. Nos queda mucho por hacer», añadió.
Por su parte, el rector de la AUSP, Dr. Armand Puig i Tàrrech, ha recordado que «el Concilio Vaticano II y su espíritu entran en nuestras iglesias y las fecundan de una manera clara y limpia gracias al Concilio Tarraconense». El Dr. Armand Puig ha reivindicado la figura del arzobispo Josep Pont i Gol -ha recordado sus palabras: «he venido a vertebrar la iglesia diocesana»-, ha destacado también el impulso que el arzobispo Ramon Torrella dio al Concilio y, en este sentido, ha alabado el trabajo hecho por la conferencia Episcopal Tarraconense.
Mons. Joan Planellas, arzobispo metropolitano de Tarragona y vice-gran Canciller del AUSP, ha cerrado el acto recordando que el Concilio Provincial Tarraconense «representó un momento álgido de sinodalidad de nuestra Iglesia en el intento de aplicación en Cataluña del Concilio Vaticano II». «El mensaje final del Concilio es, en definitiva, ir hacia el Evangelio, tener voluntad de evangelización», añadió Mons. Planellas, que considera que fue «un trabajo sinodal de primer orden para dos finalidades concretas: hacer de nuestras iglesias el Santuario de la presencia de Dios entre los hombres y al mismo tiempo convertirse en fuertes del testimonio de la presencia de Jesús». «En nuestro presente eclesial -ha concluido el arzobispo de Tarragona- podemos esperar una recepción progresiva y el cumplimiento a largo o corto plazo en sus resoluciones; una mayor apertura y diálogo de nuestras iglesias a la sociedad ya los que no piensan como nosotros; sentir el dolor de tantas personas que sufren por tantas causas, pero sobre todo las que no tienen las condiciones para vivir dignamente; y el fomento de un trabajo interdiocesano más conjunto, la garantía para dar una respuesta coordinada y unitaria a los retos que Cataluña, como unidad pastoral, tiene planteada».
Fuente: Departamento de Prensa y Comunicación del Ateneo Universitario Sant Pacià