Fecha: 27 de junio de 2021

El día 29 de junio se celebra la solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo. Pedro conoció al Señor desde el comienzo y formó parte del grupo de los primeros apóstoles, escuchó su predicación, vivió el drama de la pasión y fue testigo de la resurrección. Pablo, en cambio, no conoció personalmente a Jesús antes de su pasión y resurrección, sino que lo vio por primera vez cuando se le apareció mientras se dirigía a Damasco.

Sin embargo, en ellos hay algo común: una vez conocieron a Jesús descubrieron que su vida solo tenía sentido viviendo para Él. En cierta ocasión en que muchos discípulos lo abandonaron por la dureza de sus palabras, ante la pregunta de Jesús acerca de si también ellos lo abandonarían, Pedro respondió: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de Vida eterna” (Jn 6, 68). La misma convicción expresa Pablo cuando en la carta a los Filipenses afirma: “Todo lo considero pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor” (Fil 3, 8). Por ello su vida únicamente tiene un sentido y una meta: “alcanzar a Cristo, porque he sido alcanzado por Él” (Fil 3, 12). Los dos se dedicaron a anunciar el Evangelio y dieron la vida por Cristo, uno por la cruz y el otro por la espada.

Tuvieron misiones muy diferentes en la Iglesia. Pedro, que en algunos momentos tomó la palabra en nombre de los doce, fue el primero en confesar la fe y por tres veces confesó su amor al Señor después de la resurrección; recibió de Cristo la misión de confirmar a sus hermanos en la fe y de apacentar las ovejas de su rebaño, para lo que recibió las llaves del Reino de los cielos y el poder de atar y desatar. Su misión estuvo sobre todo al servicio de la comunidad cristiana, aunque el deseo de anunciar el Evangelio lo llevó a Roma.

Pablo, en cambio, fue ante todo un evangelizador incansable y fundador de nuevas comunidades cristianas. Con todo, en sus cartas se manifiesta como un pastor que anima, corrige, exhorta y gobierna las comunidades que ha fundado mediante el anuncio del Evangelio; y en las cartas pastorales instruye a los futuros responsables de la Iglesia sobre sus obligaciones como pastores del Pueblo de Dios. Estos dos apóstoles encarnan las dos dimensiones del ministerio: enviados a anunciar el mensaje del Evangelio y a cuidar la fe de la comunidad cristiana.

El Papa, como sucesor de Pedro, es el primero en confesar la fe, ejerce en nombre de Cristo el servicio de la autoridad suprema en la Iglesia apacentando el rebaño del Señor, y su predicación es un punto de referencia para el anuncio del Evangelio. De este modo nos confirma en la fe y se convierte también en el primer testigo de Cristo resucitado. Su servicio al Pueblo de Dios es creador de unidad. La comunión con el Sucesor de Pedro es el camino para una comunión viva con Cristo. Sabemos que actualmente su ministerio no es fácil. La Iglesia navega sacudida por tormentas que no solo le vienen de fuera, sino, muchas veces, de nuestras infidelidades al Evangelio. Que esta fiesta aumente nuestro amor al Papa, la comunión con él y la oración por sus intenciones.