Fecha: 25 de julio de 2021
Los seres humanos y las organizaciones promovidas por ellos mismos acostumbran a describir y revisar los aspectos positivos y negativos de todas las actividades que programan. Lo hemos llamado evaluación y nos ha servido para examinar y mejorar las propias actuaciones o los conocimientos adquiridos. Esto se da con normalidad en el mundo escolar pero también en el desarrollo del tiempo libre, en el comercio o, en general, en las distintas actividades económicas. El término balance parece concordar mejor con las pérdidas y ganancias del negocio.
Sin embargo el balance es extensible a cualquier otra actividad y el resultado nos ayuda a extraer conclusiones para avanzar y mejorar nuestra vida personal, profesional y social. En mi caso me quiero centrar en la misión que tenemos encomendada: vivir con coherencia y anunciar con alegría la salvación de Jesucristo; ceñirme además a las parroquias, movimientos apostólicos o a la misma diócesis. Dejamos a un lado las otras actuaciones o dimensiones de la persona que son legítimas, necesarias y que completan su desarrollo armónico.
Es un balance un tanto extraño porque está condicionado por la realidad de la pandemia del COVID-19 y sus consecuencias sanitarias, laborales y sociales. O tal vez por esa misma circunstancia me impulsa a mirar el entorno y a procurar alcanzar unos efectos de ayuda mutua y de compromiso social explícito. Seguramente la mía es una pretensión exagerada por querer ser un altavoz de los católicos en estos momentos de incertidumbre, sufrimientoy miedo. Es cierto que ahora se respira un nuevo aire de esperanza y permite un análisis sosegado de la situación.
Hago un esfuerzo y resumo el balance en los tres ámbitos en los que se desenvuelve la vida cristiana: Palabra, Celebración y Compartir. Y eso se da en todas las comunidades y se debe corresponder con una implicación de cada uno de nosotros en todos ellos.
Palabra: Este ámbito engloba todo aquello relacionado con la palabra. Hablamos, escuchamos, aprendemos. Parece que se ha hecho un gran esfuerzo por mantener en todas las parroquias la catequesis de niños, jóvenes y adultos; durante unos meses se utilizó la vía telemática para los encuentros pero últimamente se ha vuelto en gran parte a la vía presencial. Se ha aprendido el uso de las nuevas tecnologías, se ha implicado más a los padres pero ha faltado la cercanía de unos y otros en la presentación del mensaje de Cristo.
Celebración: Durante varios meses no se han celebrado los sacramentos con asistencia normalizada de fieles; algunos templos han permanecido abiertos para la oración personal; las restricciones sanitarias han señalado los aforos correspondientes para el interior de los templos; los funerales fueron reducidos a la mínima expresión; las celebraciones de los sacramentos del matrimonio y de la Confirmación se aplazaron; la atención de la sacerdotes a los enfermos y moribundos se mantuvo con la dignidad requerida. En estos momentos se vuelve a la celebración presencial y, aunque se constata todavía el temor por el contacto, se aumenta cada día la asistencia de los fieles a la misma.
Compartir: No han cerrado las atenciones de los grupos parroquiales y diocesanos a los más necesitados. Se han cumplido las normas establecidas pero se ha intentado que nadie se sintiera solo y sin ayuda. Esperamos haber conseguido los mayores logros. Además de la dedicación de los colaboradores, que no ha cesado, se ha creado un fondo económico que complementa la ayuda.
Por todo ello, gracias. Pedimos a Dios que aumente nuestra constancia, fortaleza y esperanza.