Fecha: 5 de septiembre de 2021
Dante Alighieri (1265-1321), de quien celebramos en septiembre el séptimo centenario de su muerte, es uno de los grandes poetas que ha dado la historia de la humanidad. La Divina Comedia de Dante debe ser considerada como una de las obras maestras de la literatura universal, junto a otros autores no menos importantes como Homero, Goethe, Cervantes, Víctor Hugo, Dostoievski, Tolstoi o Shakespeare, por mencionar algunos de los más conocidos. Todos estos autores son profundos conocedores del alma humana y su lectura es indispensable para comprender nuestra condición. En el caso de la Divina Comedia, se trata de una obra de finales de la época medieval, que presenta una visión del mundo muy diferente de la nuestra. En ella nos habla otra época, y nos dice cosas que seguramente no encajan con nuestra concepción del mundo moderno. Alguien ha dicho que la Divina Comedia era la última «cosmovisión» que se había escrito en Occidente, en el sentido de encontrar todos los elementos del cosmos y del saber. Qué diferencia con el Fausto de Goethe. Precisamente, Fausto tiene que hacer un pacto con el diablo a cambio de conocimiento. La atomización del saber de la época moderna y contemporánea hará para siempre imposible aquella cosmovisión englobante y jerarquizada de Dante. Quizá por eso es más necesario que nunca leerlo de nuevo.
El aspecto más importante a tener en cuenta, sin embargo, es que la Divina Comedia ofrece una visión «teológica», aparentemente desaparecida hoy. La religión, en efecto, no forma parte de la cosmovisión del hombre moderno. ¿Hemos ganado con este cambio? ¿Se trata realmente de un progreso? No se admite una respuesta simplista o precipitada. Tampoco se trata de poner en cuestión todo lo que la ciencia ha logrado por mérito propio, sino de ponderar qué ha pasado con lo que Nietzsche llamó «la muerte de Dios». Decir que Dios ha muerto no es una afirmación inocua según Nietzsche, sino que está cargada de consecuencias para la vida humana. La muerte de Dios no es sólo la muerte de un ser más o menos importante, o la supresión de una hipótesis que ya no es necesaria, sino que es la muerte de todo sentido para la existencia humana. Este es el drama actual de la condición humana.
Tanto la cosmovisión antigua como la medieval estaba presidida por la idea de límite, donde la realidad creada estaba por debajo de Dios. Esta idea desapareció con la ciencia renacentista, donde no sólo no hay límites, sino que tampoco se tiene por centro al hombre, como sí ocurría antes. Es una concepción del universo que ha excluido todo lo humano ―sentimientos, valores, etc.― de la práctica de la ciencia en favor de una objetividad matemática y geométrica que nos ha conducido a la barbarie, manifestada en la posibilidad de autodestrucción de nuestro planeta.
La lectura o relectura de la Divina Comedia, no sólo nos puede decir cosas, sino que nos puede ayudar a repensar nuestra cosmovisión. Precisamente porque nos evoca un mundo que no es el nuestro, puede poner en cuestión cosas que nosotros tenemos por evidentes e incuestionables. No se trata de dudar de nuestros saberes, sino de la finalidad de los mismos y de recuperar la centralidad del hombre. Este, no es un ser más entre los muchos que pueblan el universo, sino que es «la maravilla más grande de todas», como decía Sófocles, o la «imagen y semejanza de Dios», como dice la Biblia.
El papa Francisco, en su reciente Carta apostólica Candor lucis aeternae, con motivo del VII centenario de la muerte de Dante, nos exhorta a acoger su testimonio y a dejarnos iluminar por la belleza de su literatura y la profundidad de su pensamiento. Porque Dante, afirma el Papa, es profeta de la esperanza, cantor del deseo humano y poeta de la misericordia de Dios y de la libertad humana.
Vuestro,