Fecha: 16 de enero de 2022

La celebración de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, que comenzará el próximo 18 de enero, nos vuelve a interpelar, porque nos sitúa ante un hecho que para los creyentes en Cristo no puede dejar de ser doloroso: la falta de unidad entre nosotros, que oscurece nuestro testimonio y nuestra presencia en el mundo. El avance de la descristianización que se percibe en nuestra sociedad y en la cultura que nos envuelve, debería ser para nosotros un estímulo para intentar que aquello que nos une a los cristianos sea más visible que las divisiones que hay entre nosotros. Únicamente así es posible una auténtica evangelización, porque el mandato que Cristo confío a los apóstoles, que es anunciar el Evangelio de la Salvación a todos, es la razón de ser de la Iglesia.

El lema que guiará nuestras reflexiones y nuestra oración este año son las palabras que los magos dirigieron a Herodes cuando le anunciaron que buscaban al Rey de los judíos que había nacido: “hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo”. Oramos porque estamos convencidos de que la luz de Cristo, que guió a aquellos magos que buscaban la verdad, la belleza y la bondad, es también la que en esta época de la historia humana puede orientar a aquellos que buscan a Dios. Los cristianos estamos llamados a proclamar unidos que Cristo es la luz que puede alumbrar las oscuridades de tantas personas que no han encontrado un sentido a sus vidas. Los Magos de Oriente representan a todos los pueblos que, en su diversidad, forman una única familia humana; y nos anuncian el carácter universal de la salvación que el Hijo de Dios vino a traer a la tierra. Nuestro deseo de unidad entre las iglesias cristianas no puede hacernos olvidar que el ecumenismo tiene como fin último la evangelización. La misión de los cristianos no es otra que ser un signo que guíe a la humanidad que tiene sed de Dios, para que llegue a Cristo y que la gran familia humana se convierta en familia de los hijos de Dios.

El camino de los magos hasta llegar a Jesús no fue fácil. Buscaban al Rey de la bondad, de la paz y del amor, pero se encontraron ante un rey que únicamente quería conservar su poder y no dudó en ordenar la matanza de los inocentes, y ante unos doctores de la ley que conocían perfectamente las escrituras pero que reaccionaron con indiferencia ante el anuncio de los magos. La presencia de Cristo entre nosotros y la fe en Él no nos traslada a un mundo irreal de sueños en el que no hay ningún sufrimiento: Cristo vino para encontrarse con el dolor de la humanidad. Acercándonos unidos a aquellos que sufren por cualquier motivo, encontraremos caminos para que a todos les llegue la luz de esperanza que el Señor nos trajo.

Las iglesias y comunidades eclesiales del Próximo Oriente, que mantienen la fe en medio de grandes dificultades y que se esfuerzan por mitigar los enfrentamientos políticos y las acciones de guerra y violencia que no cesan, han preparado los textos y las meditaciones de este año. Por ello, os invito a que durante estos días las tengamos presentes en nuestra oración. Hoy, más que nunca, los pueblos que viven allí necesitan una luz celestial que les conduzca a la paz. La estrella de Belén es la señal de que Dios camina con ellos, siente su dolor, escucha su grito y les muestra compasión.