Fecha: 27 de febrero de 2022
Para todos los cristianos el tiempo de Cuaresma es muy significativo. Nos recuerda nuestro pasado, nos enfrenta con nuestro presente y nos da alas para vislumbrar el futuro. Por supuesto todo ello es así porque se nos propone un tiempo de preparación para el acontecimiento central de nuestra fe, la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo.
Recordar el pasado para revitalizar nuestras tradiciones y mantener los aspectos que nos ayudaron en su momento a crecer como creyentes. Se juntan lo personal y lo comunitario; ambos están vinculados con una actitud, la conversión a los hechos y palabras del Señor. Se nos proponía en nuestra infancia-adolescencia y nos ha acompañado siempre. Agradecemos el pasado y pretendemos profundizar en las lecciones aprendidas para nuestra fe y para la dedicación eclesial.
Afrontar el presente para fortalecer nuestra vida cristiana y evitar el desánimo y el cansancio, la acedia y la indiferencia. Son momentos complicados los actuales. Seguramente siempre ha sido así. Pero ahora nos parece vivir en una constante dificultad por unos hechos que hemos repetido hasta la saciedad: la pandemia larga, universal y agotadora; la situación política inestable y agresiva; los gritos y tambores de guerra que nos infunden miedo y confusión. A pesar de ello no podemos desesperar. El amor de Dios es más fuerte que el sufrimiento y la muerte. La Pascua de Jesús es el ejemplo definitivo para vivir con serenidad, con crecimiento interior y con ejemplaridad. Y para ello nos preparamos de nuevo en este período cuaresmal del año 2022.
Vislumbrar el futuro para todos, envueltos en la esperanza que nos ha anunciado Jesucristo en el evangelio. Podemos escribir mejor lo que va a venir si fundamos nuestras expectativas en situar a Dios en el centro de la sociedad siendo cada uno testimonio de su Palabra. Tenemos que ser los cristianos más auténticos, más exigentes, más esperanzados.
Parecerá muy ambicioso este programa de vida que lo engloba todo. Pero es necesario atenderlo para cobrar nuevas fuerzas, físicas y anímicas, y ponerlas al servicio de la sociedad y de la comunidad eclesial a la que pertenecemos. Para ese objetivo se precisa la preparación. Y el tiempo de la Cuaresma nos da la oportunidad para conseguirlo.
Os recomiendo que os aprovechéis de estas semanas. Con el miércoles de ceniza iniciamos el camino, reconociendo nuestra fragilidad y acabamos con la Pascua en la que experimentamos la gracia de la alegría y de la esperanza, de la caridad y de la comunión. Como somos duros de corazón volveremos a repetir la petición de los medios que Dios dispone para facilitar la conversión: la oración, el ayuno y la limosna. También tendremos a nuestra disposición los momentos formativos y celebrativos de parroquias y asociaciones. Os aconsejo que el ambiente exterior de las hermandades y cofradías no disminuya vuestra devoción y ayude al compromiso de seguir a Cristo.
El papa Francisco nos ofrece un interesante Mensaje para este tiempo usando la imagen de la siembra y la cosecha de los hombres del campo (pasado, semilla; presente, el campesino que actúa; y futuro, cosecha) y recordando que la Cuaresma es un tiempo favorable para la conversión. En esta ocasión es un título largo que describe todo un programa de actuación y propone una actitud para afrontarlo; lo toma de una frase de la carta de san Pablo a los Gálatas: “No nos cansemos de hacer el bien, porque si no desfallecemos, cosecharemos los frutos a su debido tiempo. Por tanto, mientras tenemos la oportunidad hagamos el bien a todos”.