Fecha: 3 de abril de 2022
Nos acercamos a la celebración de la Pascua. La Cuaresma va avanzando, como también la vida, aunque ésta lo hace según unas leyes físicas ante las que no podemos hacer mucho o muy poco y la Cuaresma forma parte de nuestra vida como cristianos, es vida cristiana, es crecimiento en esta vida cristiana. Avanzar para nosotros significa crecer, y eso es gracia, don de Dios, pero también depende en gran medida de nosotros mismos y de nuestra respuesta.
Como decían los antiguos santos padres la vida cristiana es remar contra corriente: si no remas retrocedes. La Cuaresma también es remar contra corriente.
Quizá uno de los mayores peligros de los cristianos en estos momentos es el del desánimo. Desánimo significa sin alma, perder el alma y equivale a pesimismo, abatimiento, apatía. Desánimo significa dejar de remar.
En medio de tantas desgracias, de tanta confusión, de tanto pecado que nos rodea acabamos pensando que no hay nada que hacer, y por tanto ¡qué más da! Porque, ¿qué puedo hacer yo? Éste es un peligro, una tentación que podemos tener todos. Esta es la tentación del desánimo. Nos cansamos de remar.
Pero resulta que sí que podemos hacer algo. Podemos y debemos seguir remando aunque sea contra corriente. Así se fortalecen nuestra esperanza y nuestra fe que son virtudes sobrenaturales que no dependen de nuestra forma de ser ni de las circunstancias que nos rodean, sino que son don de Dios pero que dependen también de nuestra respuesta y colaboración.
En la cuaresma caminamos hacia la Pascua y si Dios quiere llegaremos. ¿Pero cómo llegaremos? Viviendo en un mundo contra corriente quien deja de remar va hacia atrás, se lo lleva la corriente.
Si caminamos, si remamos contra corriente es porque hemos sido llamados a participar de la Pascua de Jesús. Remar significa oración, limosna, ayuno como nos dice Jesús en el Evangelio. La cuaresma es camino, preparación, entrenamiento. La oración, la limosna y el ayuno son nuestro entrenamiento y nuestro ejercicio cuaresmal.
La oración es abrir el corazón a Dios, dejar que nos hable, contemplarlo a Él sobre todo en su Palabra, en la Sagrada Escritura. La limosna es abrir el corazón al hermano, a quien lo necesita, a todos. El ayuno es negarnos a nosotros mismos, ¡hay tantas cosas de las que deberíamos ayunar! Por citar sólo algunas no estaría mal ayunar un poco de televisión, de internet, de redes sociales.
Jesús nos invita a subir con Él a Jerusalén para participar con Él de su Pascua. Es una invitación de amistad, como todo lo que Él nos propone, sólo nos pide que vayamos con Él. Y a cambio nos lo da todo.