Fecha: 19 de junio de 2022
Estimados y estimadas. Un año más, en estos pasados días, se ha presentado la Memoria de Cáritas Diocesana de Tarragona. Con motivo de la Solemnidad de Corpus Christi, día del Amor Fraterno, la Iglesia diocesana, como todas las Iglesias particulares, gira otra vez, y de forma más intensa, su mirada hacia las necesidades y, sobretodo, hacia las personas necesitadas. Y ahora, poniéndonos en las manos una recopilación de lo que Cáritas hizo durante el año 2021 —transcurrido todo ello dentro de una situación de pandemia— es la forma como Cáritas quiere volver a despertar y reconocer a la vez los sentimientos más profundos de la solidaridad humana.
Una de las propuestas que tuvo más aceptación en el Concilio Provincial Tarraconense de 1995, dice así: «El Concilio exhorta a reavivar la tradición, tan intensamente vivida en los primeros siglos de la Iglesia, de vincular visiblemente la celebración de la Eucaristía con la caridad fraterna, insistiendo de manera particular en la relación entre la Fracción del Pan y la comunión cristiana de bienes, en la lógica que lleva de la compartición de los bienes eternos a la compartición de los bienes temporales» (n. 77).
No debemos cansarnos nunca de decir que, en coherencia con nuestra fe, nos tenemos que poner, de la forma más efectiva posible, al lado de las personas y, por encima de todo, de las personas necesitadas. Lo tenemos que hacer por convicción personal y por mandato del mismo Cristo que nos enseñó cuál es la medida de la solidaridad desinteresada. Cáritas Diocesana ha captado de forma evidente que la necesidad de una atención integral a la persona se ha hecho todavía más evidente durante estos últimos meses, después de los efectos de la pandemia y envueltos por el grave conflicto de la guerra en Ucrania, que nos afecta a todos. Y con esta constatación se ha visto cuan necesario es un acompañamiento más amplio de las personas, un acompañamiento que vaya más allá de facilitar comida o ropa. Lo vemos cada día, es decir, forma parte del día a día de los profesionales y voluntarios de Cáritas Diocesana y de la multitud de las Cáritas parroquiales e interparroquiales. Estar al lado de las personas, haciendo camino con ellas, es la médula, es el ADN, de la acción caritativa de la Iglesia Católica. Y esta atención, Cáritas la hace como nadie, como tantas veces se ha reconocido desde no pocos foros e instituciones.
Y, antes de acabar, aún me gustaría deciros que nadie puede dimitir de la solidaridad humana. Ni se puede dimitir ni se puede delegar en una institución. La solidaridad ha de ser parte de nosotros mismos y ha de estar presente en la cabeza, en el alma y en las manos. Este ponerse la solidaridad en el alma es un reto de renovación, también incluso para la misma Cáritas, que reformula constantemente sus objetivos, sus programas y las formas más efectivas posibles de trasladar la solidaridad, que como Iglesia ejercitamos, para hacerla llegar a las personas. Siempre acompañando a las personas necesitadas cada día. Esta apuesta por la solidaridad, por nosotros, por personas cristianas, también va más allá de la efectividad, también abraza la afectividad y la proximidad con el sufrimiento de todas esas personas que se nos acercan.
Vuestro,