Fecha: 6 de noviembre de 2022
Como todos sabéis, el papa Francisco me nombró arzobispo de Valencia el pasado 10 de octubre, fiesta de santo Tomás de Villanueva. Hoy, que celebramos el día de la Iglesia diocesana, quiero manifestar mi sentimiento de gratitud por todo lo que he recibido de vosotros a lo largo de estos nueve años en los que he tenido el honor de ocupar esta sede episcopal de Tortosa.
Gracias a los sacerdotes por el testimonio de fidelidad y de amor al sacerdocio que he visto en vosotros; por vuestra entrega generosa e incansable a las comunidades cristianas de la diócesis, muchas de ellas pequeñas en número de habitantes, pero todas ricas en vida cristiana; por el esfuerzo que hacéis en cuidar vuestra vida sacerdotal; por el trabajo para anunciar el evangelio a todos que se percibe en la catequesis y las otras actividades que dan vida a nuestras parroquias.
Gracias a todos los consagrados y consagradas que sois un testimonio de entrega radical al Señor. Algunas de vuestras congregaciones fueron fundadas aquí y siempre he sentido un gran amor hacia nuestra diócesis. De modo especial quiero agradecer la oración de los distintos monasterios de vida contemplativa. Orad para que el Señor haga fructificar el trabajo apostólico de los sacerdotes y de todos aquellos que están comprometidos en la vida de nuestras parroquias.
Gracias a los laicos que enriquecéis con vuestro compromiso la vida de las comunidades parroquiales: miembros de los consejos de pastoral, catequistas, voluntarios de Caritas, miembros de grupos y asociaciones de fieles, de los movimientos apostólicos y de las cofradías. Sin vuestra entrega nuestra diócesis sería más pobre. Hemos vivido momentos hermosos a lo largo de estos años: las celebraciones del año de la misericordia, del mes misionero extraordinario convocado por el papa Francisco y del proceso sinodal, así como los encuentros formativos que hemos llevado a cabo cada curso. Siempre he percibido una identidad diocesana gozosamente vivida.
Gracias a todos los que con vuestra oración y participación en la Eucaristía sostenéis la vida de la diócesis. Durante estos años he visitado todas las parroquias; he conocido matrimonios y familias en las que se vive la fe. En la visita pastoral he visto signos de una santidad vivida con sencillez: visitando a los enfermos algunos días he regresado a casa con la sensación de que no era yo quien les había evangelizado, sino que ellos me habían evangelizado a mí al comprobar cómo vivían la fe en medio del sufrimiento. Esa es la vida de la Iglesia más auténtica.
De modo especial os quiero dar las gracias porque me he sentido siempre acogido como en mi casa y en mi familia. Durante estos años he vivido los momentos más dolorosos de mi vida: la enfermedad y la muerte de mis padres. En esta situación he experimentado que la Iglesia es una verdadera familia que nos acompaña y nos sostiene con el afecto y con la oración.
Mirando lo mucho que he recibido y lo poco que os he podido dar, quiero también pediros perdón por si en algún momento no he tenido actitud de auténtica escucha, no he sabido comprender a alguien o no me he comportado como un pastor que ama a sus ovejas. En todo momento he actuado buscando el bien de esta diócesis a la que amo profundamente, pero a veces nos fallan las formas o perdemos la paciencia. Todos tenemos nuestras limitaciones. Por ellas os pido perdón.
Tened la certeza de que esta diócesis y todos vosotros formáis parte de mi vida y de que siempre os recordaré con alegría en la presencia del Señor.