Fecha: 19 de noviembre de 2023
Estimadas y estimados, desde hace un par de semanas he empezado a hacer la Visita Pastoral. Más allá de las historias y las anécdotas eclesiales que hay a su alrededor, bien es verdad que se trata de un momento fuerte de la vida de la Iglesia diocesana. Fuerte y a la vez importante, como lo es también para mí, como obispo. Ciertamente que en la era de las comunicaciones instantáneas, de la información al momento y de la superación de las distancias, puede ser que se haya diluido un poco la fuerza comunitaria de la Visita Pastoral. Antes sí que era una aventura y un hecho extraordinario el desplazamiento del obispo arriba y abajo para visitar todos los rincones, las realidades y, sobre todo, a todas las personas de la diócesis. Porque era, y todavía es, la visita del pastor, del sucesor de los apóstoles. Pero, como decía antes, la facilidad en las comunicaciones viarias y en las telecomunicaciones hacen que parezca una acción de lo más normal. Precisamente por eso, querría haceros llegar este domingo la profundidad eclesial que esta visita supone. Evidentemente que la importancia no le viene del hecho de que venga el obispo, revestido de autoridad a inspeccionar las parroquias; evidentemente que no. Esta concepción pertenece, dichosamente, a las mentalidades antiguas, a las mismas mentalidades que daban autoridad infinita al rector o a los clérigos o cargos eclesiales y se olvidaban del hecho de que la responsabilidad compartida de todos los bautizados nos venía dada, precisamente por este hecho, el hecho de ser personas bautizadas.
La Visita Pastoral es una oportunidad en sí misma para «reanimar las energías de los agentes evangelizadores, felicitarlos, animarlos y alentarlos; es la ocasión para invitar al pueblo fiel a la renovación de la propia vida cristiana» (Directorio para el ministerio pastoral de los obispos, n.º 220). Y esta oportunidad que compartiremos se centrará en los encuentros con las comunidades del territorio, con las personas enfermas, con los grupos, asociaciones y movimientos de Iglesia arraigados en cada lugar; en visitar las escuelas, los locales de Cáritas parroquial, las ermitas y los lugares singulares en la vida cristiana de nuestro territorio. En una palabra, será el momento de conocer cada latido de la comunidad cristiana.
Y también será la ocasión de encontrarse compartiendo una sesión de la catequesis, de celebrar juntos los sacramentos, de compartir la Mesa del Señor en la Eucaristía, de rogar por las necesidades del mundo. Y, aún más, será la oportunidad de conocernos, y hacerlo en vuestra casa. Me gustaría que, al acabar la visita, haya podido visitar todos los pueblos y las parroquias del obispado (las 201 parroquias). Por todo esto la Visita Pastoral reseguirá la archidiócesis atendiendo a la nueva división territorial, es decir, por Unidades Pastorales.
Porque esta acción es apostólica en el sentido más profundo de lo que es la caridad pastoral, querría recordar y hacer mías las palabras que San Pablo dijo a Bernabé y que recoge el libro de los Hechos de los Apóstoles: «Vayamos de nuevo y visitemos a los hermanos en todas las ciudades en que hemos predicado la palabra de Dios para ver cómo están» (Hch.15,36). Nos vemos pronto.
Vuestro,