Fecha: 21 de abril de 2024
Todos nosotros, toda la creación entera, desde el principio, somos fruto de una llamada, la llamada de Dios a existir, una llamada de amor a la vida. Así leemos en el libro del Génesis que: «Al principio Dios dijo: “Que exista la luz”. Y la luz existió» (Gn. 1, 3). Y después, como culminación de la creación: «Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, a nuestra semejanza, y que someta los peces del mar, los pájaros del cielo, el ganado, y toda la tierra…” Dios creó al hombre a su imagen, lo creó a imagen de Dios, hombre y mujer los creó» (Gn 1, 26-27).
Pero la llamada de Dios va siempre unida a una misión, a la realización de un proyecto que es también de amor, una misión que va acompañada de su bendición: «Dios los bendijo diciéndoles: “Sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y dominadla; someted los peces del mar, los pájaros del cielo y todos los animales que se arrastran por el suelo”» (Gn.1, 28).
Por eso hoy, en este cuarto Domingo de Pascua, domingo del Buen Pastor y día en que la Iglesia celebra la «Jornada Mundial de oración por las vocaciones», podríamos decir que es el día de la llamada de Dios a toda la creación y especialmente a los hombres creados para llevar a cabo una misión en esta vida. La llamada a las diversas «vocaciones» o misiones a realizar en la tierra.
La pregunta que deberíamos hacernos hoy es: ¿soy realmente consciente de la llamada que Dios me ha hecho? ¿Soy consciente de que tengo una misión que solo yo puedo llevar a cabo?
Esta Jornada quiere hacernos conscientes de esta realidad que debe dar sentido a nuestra vida. Porque después de esta primera pregunta viene otra: «¿Qué quieres tú de mí, Señor?». Dios nos llama a participar de la obra de su creación, con nuestra respuesta, con nuestra pobre vida, pero que tiene un sentido único para la gloria de Dios y el bien de nuestros hermanos.
Por eso, más allá de nuestros miedos, de nuestros gustos y caprichos, está el proyecto que Dios tiene pensado para mí, su sueño para mí, que coincide con mi felicidad, porque él me ama. Por eso, sea cual sea el camino por el que el Señor nos conduce, nuestra respuesta tiene que ser siempre de amor y confianza.
El lema de la Jornada de este año: «HÁGASE TU VOLUNTAD» nos sitúa en esta confianza a ejemplo de María, la Virgen, que aceptó con generosidad los planes de Dios, su voluntad de amor.
Y este lema tiene una segunda parte: «Todos discípulos, todos misioneros» que concreta el designio de Dios, sea cual sea el camino de la vocación al que hemos sido llamados, ya sea el matrimonio, el sacerdocio o la vida consagrada o religiosa, todos participamos de la condición de discípulos y de misioneros, porque en cualquier caso la vida no es para nosotros, la vida es para Él y para los demás.