Fecha: 21 de julio de 2024
“Los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo: Venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco” (Mc 6,30). Con estas palabras se inicia el fragmento evangélico que en este domingo de verano se proclama en la eucaristía.
Jesús invita a sus apóstoles a tomarse un tiempo de reposo. Cada año, al llegar estos meses de julio y agosto, también las comunidades cristianas paramos muchas de las actividades pastorales que normalmente llevamos a cabo. Pero la vida espiritual, el amor a Dios y al prójimo, no tiene que parar en ningún momento. Al contrario, os invito a que este verano 2024 sea la ocasión de rezar más serenamente, sin prisas. Tal vez, podamos vivir unos días de retiro espiritual hospedados en un monasterio de vida contemplativa.
Aprendamos a parar en estos meses de verano. Tratemos de apagar durante algunas horas nuestros móviles. Contemplemos la naturaleza. Regeneremos nuestro diálogo con Dios, nuestra oración, “como un amigo habla con otro Amigo” (San Ignacio de Loiola).
Ahora bien, Jesús hizo muy cortas sus vacaciones. Él tenía claro que el descanso era importante. Pero le llamaban de todas partes. “Vio una multitud y se compadeció de ella, porque andaban como ovejas que no tienen pastor” (Mc 6,34). Jesús nos enseña que tenemos que estar atentos a cambiar rápidamente los planes programados siempre que el amor a los demás nos lo pida. Hay que estar dispuestos a interrumpir el merecido descanso ante una grave necesidad del prójimo. Por ejemplo, no se puede “aparcar” en un hospital a un anciano que se tiene a cargo, para disfrutar sin molestias de las vacaciones. No podemos olvidar a las personas mayores que están sufriendo una soledad que no han elegido, sino que la sufren. Miremos a nuestro alrededor y en este verano veamos si hay alguien a quién ayudar para que se sienta menos solo, con una visita, una llamada de teléfono, una invitación a visitarlo un día, sin prisas.
El Papa Francisco acostumbra a decir que necesitamos una “ecología del corazón”, hecho de contemplación y a la vez compasión. En efecto, la compasión nace de la contemplación. Cuando vamos por la vida descansados, somos más capaces de compadecernos.
Amigos y amigas, estimados diocesanos: deseo que, como decimos en nuestras tierras del Ebro, “xalem”, que disfrutéis de unos merecidos días de descanso, días de contemplación, días de oración reposada y tranquila, pero no desconectados de Dios y de los hermanos, sino más sensibles que nunca a sus necesidades, compadecidos de sus heridas, como nos recuerda Jesús en la parábola del buen samaritano (Lc 10,25-37). ¡Que Nuestro Señor os bendiga! ¡Muy buen verano, lleno de las bendiciones del Señor!