Fecha: 8 de septiembre de 2024

El día 8 de septiembre el calendario litúrgico señala la fiesta de la Natividad de la Virgen, que se celebra nueve meses después de la solemnidad de la Inmaculada Concepción, el día 8 de diciembre.

Ese día son muchos los santuarios y parroquias de nuestra geografía que celebran su fiesta de la Virgen, en la que popularmente llamamos a las “vírgenes encontradas”. Nosotros tenemos entre otros en nuestra diócesis el santuario de la Virgen de Puiggraciós. Otros santuarios tienen una fiesta propia como la Salud de Sabadell, el Remei de Caldes o el Remei de Palautordera.

Y es que el pueblo cristiano siempre ha expresado su vinculación con María, la Virgen María, desde que al pie de la cruz Jesús nos la dio como madre. Y ella aparece ya en el libro de los Hechos de los Apóstoles acompañando a la primera comunidad cristiana en la oración, en espera de la venida del Espíritu Santo. La tradición también la ha vinculado como transmisora ​​de los pocos hechos que conocemos sobre el nacimiento y la infancia de Jesús, ya que fue protagonista directa.

En este inicio de curso pastoral en nuestras parroquias, comunidades y entidades eclesiales pienso que es bueno que sepamos tener una mirada a María para que ella nos acompañe y proteja en la nueva singladura que iniciamos. De hecho, nuestros antepasados ​​le dedicaron muchos templos y ermitas, expresando esta protección maternal y la devoción filial de sus hijos.

Pero ¿en qué puede ayudarnos fijarnos más en María? Sin duda necesitamos ir al evangelio. Ella aparece pocas veces aunque muy significativas. Nos puede ayudar por ejemplo a pensar en los demás antes que en uno mismo. En el evangelio la encontramos visitando a su prima Isabel, de edad avanzada, y que se encuentra esperando el nacimiento de Juan Bautista. María, que también se encuentra embarazada, antepone las necesidades de su prima a su comodidad. También más adelante la encontramos compartiendo la fiesta de boda con unos amigos a los que les falta el vino. Ante una necesidad tan material María nos enseña a dirigir nuestras peticiones y necesidades a Jesús con aquella frase que va dirigida también a todo cristiano: “haced todo lo que Él os diga”. Y es que María nos enseña que para un cristiano las necesidades materiales y las espirituales van cogidas de la mano, una siempre debe llevar a la otra y viceversa.

Nos puede ayudar también, como nos recuerda el papa Francisco, a poner ternura en las relaciones humanas. Nuestra sociedad, acelerada, inmediatista y tensionada no siempre favorece que las relaciones entre las personas sean fáciles, gratuitas y enriquecedoras. Ella sabe dulcificar las relaciones con su actitud siempre acogedora, atenta, con una mirada de ternura que posibilita la apertura del corazón, la reflexión compartida y la creación de vínculos estables y profundos. Necesitamos aprender de este estilo de María de relacionarnos en nuestras comunidades humanas y cristianas.

Y puede ayudarnos también a vivir nuestra relación con Dios y a tener una actitud más contemplativa. En el evangelio María canta la alabanza a Dios y se siente pequeña y humilde ante la omnipotencia divina. No se fija en el gran favor que le ha hecho el Señor, sino que centra su mirada en Dios. También en otro pasaje se consigna un detalle importante, y es que ella lo guardaba todo en el corazón y lo meditaba. Necesitamos aprender esta actitud tan mariana. Necesitamos ser más meditativos y contemplativos en nuestras vidas, mirar a Dios, pensar bien las cosas y sopesarlas a la luz de la fe, discernir qué hacer, sin prisas, con serenidad interior.

Os deseo que, en este nuevo curso, a semejanza de María y con su ayuda, sepamos pensar más en los demás, sepamos poner ternura en nuestras relaciones y ser personas de vida interior. Estoy seguro de que esto nos ayudará a ser mejores cristianos y mejores personas al servicio del bien común.