Fecha: 20 de octubre de 2024

Últimamente se percibe con demasiada frecuencia ataques o burlas contra imágenes o fiestas de los católicos con la consiguiente división de opiniones ante estos hechos. Unos que lo atribuyen al humor y otros que presentan denuncias. Unos que lo fundamentan en la libertad de expresión y otros que se sienten agredidos a causa de sus creencias o de su fe. Nosotros también podemos expresar una rápida y corta valoración en esta página del FULL dominical que se dirige a las comunidades católicas y que es leída por otra mucha gente a través de la prensa escrita. Es una página informativa que en ocasiones se torna valorativa sobre algunas cuestiones de la sociedad y de la misma Iglesia. Esta opinión ha de ser coherente con el evangelio que siempre busca el respeto hacia todos y la garantía en la defensa de la dignidad de la persona. Da un paso más señalando el gran camino del amor entre los seres humanos y del perdón ante las tropelías cometidas. Cumpliendo esto mismo en la vida ordinaria se evita la venganza o el resentimiento, el odio o el enfrentamiento, la exclusión o el maltrato.

En primer lugar una afirmación general: la persona acumula nociones y sentimientos. Las primeras se expresan con argumentos y los segundos con la pasión generada por el aprecio a las convicciones profesadas y vividas. Olvido ahora los argumentos y me centro en el sentir o experimentar sensaciones producidas por causas externas. No cabe la menor duda de que el ser humano no puede prescindir de esto segundo, de los sentimientos. De entre algunas clasificaciones que existen sobre los sentimientos, os recuerdo una muy elemental y fácil de reconocer: el miedo, el amor, la tristeza la alegría y la rabia son sentimiento que cada uno de nosotros ha experimentado alguna vez. La consideración de que hay algo más grande que uno mismo, algo más en el ser humano que la experiencia sensorial es la base del sentimiento religioso. Siempre aceptado con la radical libertad que se le supone a toda persona al acoger la fe como elemento que invade su propia existencia. Ahí está Dios revelado en la persona de su hijo Jesucristo que nos ofrece una visión nueva y una experiencia radical en los principios vitales que fundamentan sus opciones. Sin caer en falsos sentimentalismos; esto puede ocurrir cuando olvidamos o vaciamos de contenido la cruz de Cristo. Lo expresaba con fuerza el recordado san Juan Pablo II y lo recordaba en una reciente entrevista el obispo noruego Erik Varden: la tarea de la Iglesia es exponer el misterio de la cruz de modo que aparezca realmente como la victoria del Amor sobre el odio, de la vida sobre la muerte. Ni más grande ni mejor escrito.

En segundo lugar, como consecuencia de lo anterior, lamentar las repetidas ofensas, los continuos insultos o burlas a los mucho más que sentimientos religiosos, a las vivencias cristianas que millones de personas manifiestan. Y ello se produce en nuestro desarrollado mundo actual que predica la libertad, la dignidad, el respeto hacia todos. ¿También hacia los creyentes?. Se utiliza la libertad de expresión como excusa para la ofensa al prójimo y uno queda admirado cuando, ante el escándalo o la profusión de quejas, hay una aparente rectificación afirmando que su pretensión era no ofender a nadie. Como si también fueran dueños de los sentimientos o vivencias ajenas. ¿Tendremos derecho al lamento por las heridas que provoca esa incomprensión o burla continuada ante la considerada como el fundamento de nuestro vivir? Aceptamos que nuestra respuesta no puede tener el mismo nivel o que callando eliminamos posterior publicidad pero convendrán conmigo que sentimos no ser considerados como personas adultas que han contribuido con su fe a construir un mundo más justo y más solidario. Sin ningún tipo de vergüenza, con valentía, pero respetando a todos aquellos que piensan o viven de modo distinto al nuestro.