Fecha: 27 de octubre de 2024

Como decimos, ante el futuro no estamos solos. Si careciéramos de toda una multitud de hermanos… siempre podríamos orar con el salmo “aún me quedarías Tú”.

De hecho, ya hoy, en todo momento de posible soledad y abandono, Él sigue presente y activo a nuestro lado y en favor nuestro. Él es una fuente que no deja, ni dejará, de manar el agua reconfortante.

(Si contemplamos las cosas y el comportamiento humano con cierta atención, y vivimos en diálogo con la vida cotidiana, ésta nos sirve momentos lúcidos de sintonía entre lo que llevamos en el corazón y lo que ven nuestros ojos) Es el caso de imágenes sencillas, guardadas desde nuestra juventud, cuando hacíamos excursiones por pueblos de montaña. Así, por ejemplo, “el factor agua” en largas marchas, era esencial. El hallazgo de una buena fuente, con agua transparente y fresca de montaña, significaba una suerte de regalo que invitaba al descanso y, sobre todo, a seguir caminando. Era frecuente hallar lugares donde la fuente del pueblo, en muchos casos de diversos caños, venía a ser un lugar (como hoy diríamos) de “socialización”. No sólo de quienes iban a buscar agua, sino también de personas que acudían para encontrarse y hablar, aprovechando la sombra y el fresco del agua en momentos de más calor.

Bellas imágenes que sugieren lo que hace el Espíritu cunado nos ayuda a seguir viviendo esperanzados. Algunas de las características de estas fuentes nos hablan claro y, cuando nos acercamos para saciar la sed, conviene recordarlas.

Es la misma agua que se distribuye en diferentes canales, aunque cada uno puede tener su propia forma: una misma agua que sin cesar busca nuestra sed, cura los miedos al futuro y nutre la esperanza.

El agua es previa, está siempre ahí, pero no se guarda para ella sus beneficios, sino que da la impresión de buscar a la gente en un ofrecimiento generoso.

En su mayor parte está oculta bajo tierra. Pero unas veces el agua brota por sobreabundancia, otras es buscada por personas que intuyen o saben que está ahí y que hay que facilitar su recorrido para que la gente se beneficie de su don.

La fuente está cercana, muchas veces, en medio del pueblo; o, mejor, el pueblo se ha ido configurando en torno a ella. En este caso, el agua ha sido el punto de atracción, la llamada que acaba reuniendo a los sedientos en una unidad visible.

La diversidad de sus caños, en ocasiones ha sido adornada por respectivos nombres de santos o personajes célebres, honorando estas figuras y la misma fuente.

Por principio y por derecho, al menos antes, esta agua se ofrecía gratis, pues el agua de la naturaleza es un bien común.

Recordemos que una de las figuras que la Sagrada Escritura y la Tradición ha utilizado para definir al Espíritu Santo es justamente “el agua”. En su versión de “agua que permite seguir esperando y viviendo”, vemos que es un mismo amor el que nos alcanza a través de los diversos canales. Si escucho y penetro en la Palabra de Dios, si vivo los sacramentos, especialmente la Eucaristía, si crezco en la vivencia del amor fraterno y la vida misma de la comunidad cristiana, si estoy atento a la vida del hermano, si experimento el gozo de la oración individual y litúrgica… sin duda que desaparecerán los miedos y el mañana será recibido como momento de gracia.

San Juan de la Cruz, contemplativo y creador de belleza y verdad literaria, nos decía de que “bien sabía él la fuente de donde mana y corre, aunque escondida, el agua de la vida, es decir, el amor”.