Fecha: 1 de diciembre de 2024

Primera carta dominical de fra Xabier Gómez

El Tiempo de Adviento es el comienzo del año litúrgico. Adviento es un tiempo para recordar las promeses de Dios, las cumplidas y las que están por cumplirse. Cada persona y cada miembro de nuestra comunidad diocesana contiene en sí una promesa por descubrir. En el proyecto de Dios hace 20 años que nuestra diócesis vio la luz y començo a caminar. Durante este tiempo ha estado guiada por el ministerio del gran obispo Agustín de quien ayer tomé el relevo. Con temor y temblor me presento ante vosotros y comienzo a escribir las glosas semanales.

Este año, el calendario hace coincidir el primer domingo de Adviento con el 1 de diciembre, fiesta de San Carlos de Foucauld, cuya oración del abandono no hedejado de repetir ningún solo día desde mi ordenación presbiteral hace 30 años. Es el santo que nos anima a gritar el Evangelio con la vida, a trabajar la fecundidad del Reino de Dios oculta en la vida del trabajo diario, Nazaret. Es el santo de la fraternidad universal, de la espiritualidad centrada en la Eucaristía, el amor a Jesús, la hospitalidad.

Pero, además, hoy es el Día Internacional de la lucha contra el SIDA, aquella otra pandemia que segó tantas vidas desde la década de los 80 del pasado siglo, hoy afortunadamente enfermedad cronificada en los países económicamente más desarrollados, pero todavía motivo de orfandad y dolor para miles de niños y familias en países de África o de Asia. Nuestra cercanía a todos los que padecen esta enfermedad que visibilizábamos hace años portando un lazo rojo cada 1 de diciembre. Recuerdo a muchos jóvenes y sus familias de aquellos años en la primera parroquia a la que fui destinado. Qué importante fue la solidaridad de los vecinos para arropar tanto sufrimiento. Qué importante es no perder este sentido de proximidad, movilización por el bien común y la empatía ante las adversidades, como hemos visto en Valencia y otros lugares asolados por la DANA. Este Adviento y Navidad tengamos presentes a las familias que lloran la pérdida de sus seres queridos en esos territorios, sin olvidar a quienes todavía padecen y lloran las consecuencias de las guerres y violencias en tantos focos activos en el mundo. Oremos cada día por la conversión de quienes pueden detener esta espiral de destrucción. Conversión que pasa por descubrir la llamada y la presencia amorosa del Dios de la paz en nuestras vidas.

Precisamente también hoy agradecemos el testimonio de una quincena de hombres y mujeres adultos que comienzan su preparación al bautismo con la celebración del rito de inicio del catecumenado. Más allá del número, lo importante es constatar que Dios sigue suscitando preguntas, que sigue llamando y que hay personas capaces de desvelar Su presencia en medio de la vida. Desde nuestras comunidades cristianas, Jesucristo sigue interpelando a nuestros contemporáneos, es la belleza que salva al mundo. La bellesa que salva, el amor que salva y sana es lo que como Iglesia queremos testimoniar durante el presente curso pastoral. Solo nos salva el amor, el amor del Dios de Jesús, fuente de toda esperanza.

Como preparación al Jubileo 2025, este Adviento quisiera compartir algunas reflexiones en torno a la esperanza, la esperanza cristiana.

Somos seres de esperanza. Pedro Laín Entralgo escribió que «El hombre es un animal que espera». Porque está vitalment orientado al futuro, necesita ocuparse de él, vislumbrarlo, prepararlo, «amarrarlo» de alguna manera, incluso defenderse ante él. Esperar es, para los hombres y mujeres de todos los tiempos, tan necesario y tan saludable como respirar.