Fecha: 8 de diciembre de 2024
Este es el grito de alabanza de María cuando, portadora del Hijo Único de Dios, visitó a su prima santa Isabel. María da gracias y alaba al Señor porque ha hecho maravillas en ella. Hoy celebramos una de las grandes maravillas que Dios ha hecho en María porque la ha creado Inmaculada.
Pero este cántico de la Virgen nos incluye también a nosotros porque también nosotros somos parte de las maravillas que Dios ha obrado en ella, porque somos también hijos suyos, hemos sido hechos hijos de Dios también nosotros gracias a su «hágase en mí según tu Palabra». La solemnidad de la Inmaculada Concepción de María, que hoy celebramos, es para nosotros una fiesta de familia, una fiesta de toda la Iglesia, la fiesta de nuestra madre que está Llena de Gracia, Inmaculada desde el primer momento. Y esto quiere decir que María ha estado siempre libre de toda mancha, de toda sombra de pecado, de egoísmo, desde el primer instante de su concepción. Y por eso ha sido siempre llena de la gracia, del amor y de la presencia de Dios.
El Concilio Vaticano II afirma en el capítulo VIII de la Constitución Dogmática Lumen Gentium dedicado a María que «no tiene nada de extraño que entre los Santos Padres prevaleciera la costumbre de llamar a la Virgen totalmente santa y libre de toda mancha de pecado, como plasmada y hecha una criatura nueva por el Espíritu Santo». Enriquecida desde el primer instante de su concepción con el resplandor de una santidad enteramente singular, la Virgen Nazarena, es saludada por el ángel de la Anunciación como «llena de gracia» a la vez que ella responde al mensajero celestial: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra» (Lc 1, 28.38).
Ella, como Madre de Jesucristo, es Madre de Dios y es también Madre de la Iglesia, su Cuerpo, del cual Él es la Cabeza y nosotros sus miembros. Por eso nosotros exultamos también con María porque tenemos una Madre Inmaculada, Llena de Gracia.
Y si toda madre vive pendiente de sus hijos, piensa en ellos, vela y los cuida sobre todo cuando pasan problemas y necesidades, María como todas madres vela también por sus hijos, está pendiente de nosotros, nos ofrece su ayuda materna.
Estamos en el tiempo del Adviento que es tiempo de esperanza. Acudamos a María en nuestro camino en este Adviento que estamos viviendo. Dejémonos guiar por esta madre y mirémosla como nuestro modelo. San Bernardo de Claravall nos dejó esta sencilla y bonita oración que podemos rezar este tiempo de Adviento con confianza de hijos que se dirigen a su madre:
Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María! que jamás se ha oído decir
que ninguno de los que han acudido a vuestra protección,
implorando vuestro auxilio, haya sido abandonado de Vos.
Animado por esta confianza, a Vos acudo,
oh Madre, Virgen de las vírgenes,
y gimiendo bajo el peso de mis pecados
me atrevo a comparecer ante vuestra presencia soberana.
Oh madre de Dios, no desechéis mis súplicas,
antes bien escuchadlas y acogedlas favorablemente.
Amén.