Fecha: 22 de diciembre de 2024

No es un cuento, no. No es una historia para entretener a los niños, Navidad es una realidad. Estamos tan acostumbrados a oír y decir que Dios se ha hecho hombre que hemos perdido la capacidad de admiración ante el mayor misterio, la Encarnación de un Dios que no ha querido pasar de largo de la humanidad creada por él, aunque le haya dado la espalda con el egoísmo y el pecado. No lo merecíamos, ciertamente, pero Dios, nuestro creador, se ha compadecido de nuestra miseria y confusión y ha querido venir él mismo a buscar a la humanidad que se había extraviado. Y lo ha hecho de la forma más sorprendente: ha escogido el camino de hacerse un hombre verdadero sin dejar de ser verdadero Dios y mezclarse con nuestra humanidad.

Pero esta es la realidad, esto es lo que celebramos en esta fiesta de la Navidad, revivimos su nacimiento de la Virgen María y que es comienzo de la salvación de la humanidad. Y lo ha hecho entregando toda su vida por sus hermanos, hasta darla en la cruz y recuperarla en la Resurrección. Si nos hubiesen dicho que esto era un cuento quizá lo hubiéramos escuchado encantados, pero es una historia real y no nos lo acabamos de creer del todo: «Ha venido a su casa y los suyos no lo han acogido» (Jn 1, 11).

Imaginemos que llegara a la tierra un ser de otro planeta y, al ver las imágenes que tenemos del niño Jesús, de María y José, y después ver el crucifijo que tenemos en las iglesias y en nuestras casas, si hubiera preguntado qué significaba todo esto y le hubieran respondido que es Dios que ha venido a la tierra, pero que los hombres le hemos matado clavándolo en una cruz, creo que huiría corriendo de esta tierra pensando que estamos todos locos. Pero no es un cuento, no es una proyección de la imaginación de un iluminado, no, es la realidad. Dios mismo ha nacido en Belén y sigue viniendo y quiere nacer en nuestros corazones, en los corazones de todos los hombres y mujeres de la tierra.

Su Encarnación nos revela el amor infinito, incomprensible para nosotros, del Dios infinito: «Dios ha amado tanto al mundo que le ha dado su Hijo único para que no se pierda ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna» (Jn. 3, 16).

Este es el fundamento del amor que nos debemos tener unos a otros. Porque si nosotros somos amados así por el Señor, ¿cómo no tendremos que amarnos unos a otros? ¿Y especialmente a los hermanos que más lo necesitan? Dios ha venido a compartir su vida y nosotros debemos compartir la nuestra con los hermanos. Navidad es tiempo de recibir amor y dar amor, es tiempo de compartir. Por eso la colecta que se hace este domingo en todas las parroquias e iglesias va destinada a Cáritas, es decir, va destinada a los pobres porque queremos compartir nuestra vida con ellos.

Os deseo que la luz de la Navidad, la luz del Señor que nace, llene por completo vuestros corazones y que podamos compartirla, podamos compartir nuestra vida con los demás a través de Cáritas Diocesana.