Fecha: 26 de enero de 2025

Estimadas y estimados. Hoy es el Domingo de la Palabra, una jornada instituida ahora hace cinco años por el papa Francisco. No puede haber mejor introducción para la Semana de la Biblia, que cada año organiza la Asociación Bíblica de Cataluña, a quien felicito de nuevo por su quincuagésimo cumpleaños y por la gran tarea de difusión de la Palabra de Dios que lleva a cabo entre nosotros conjuntamente con el Secretariado de Animación Bíblica de nuestra archidiócesis.

Nunca como ahora la Biblia ha sido tan accesible a todos los cristianos. La encontramos traducida a centenares de lenguas, en ediciones populares y para especialistas, disponible en la red y en aplicaciones para móviles. En la Edad media los códices bíblicos eran un tesoro al alcance de muy pocos. A raíz de la Reforma protestante, a pesar de la invención de la imprenta, el libre acceso a la Biblia se vio frenado entre los católicos durante siglos. ¡Cómo nos tenemos que alegrar de tener hoy en día la Palabra de Dios tan al alcance!

Y, aun así, todavía hay entre nosotros cristianos que no conocen la Biblia, que no la abren nunca, que no se esfuerzan en entender y reflexionar sobre la Palabra de Dios que se proclama durante la misa.

Los que consideran que es demasiado complicada van muy errados. Ciertamente Dios es inabarcable a nuestra comprensión humana. Pero, así como los adultos hacemos muecas y exageramos la entonación cuando nos dirigimos a un bebé que todavía no conoce el significado de las palabras, así también el Dios infinito se ha adaptado al lenguaje humano para comunicarnos su presencia y su amor. Sí, en el fondo en la Biblia encontramos las muecas que Dios hace a la humanidad para que lo podamos ir conociendo según nuestra capacidad.

Cuando un chico y una chica se enamoran dedican tanto tiempo como pueden a estar juntos y a decirse cosas. El amor comporta el deseo de conocerse a fondo y de comunicarse los sentimientos. Así pues, si de verdad quieres a Jesús, ¿cómo es que no lo quieres conocer? ¿No te sientes seducido por sus palabras y acciones tal como las explica el evangelio? Que tu amor a Jesús no sea platónico, no lo ames de lejos. Abre el evangelio y deja que te hable directamente a ti. Te sorprenderás de encontrar siempre una palabra viva y a tu alcance, tanto si eres un lector novel como si eres experto. El evangelio es como una fuente que te da ahora el agua que necesitas y continúa brotando para cuando vuelvas a tener sed.

Os animo, pues, a leer cada día un pasaje bíblico, en casa o en familia. Podemos seguir cuatro pasos, los de la llamada «lectio divina»: lectura, meditación, plegaria y contemplación. La lectura del texto conduce a preguntarnos, ¿qué dice el texto bíblico en sí? Sigue la meditación en la cual la pregunta es: ¿qué nos dice el texto bíblico? De este modo se llega a la plegaria que supone otra pregunta: ¿qué le decimos al Señor como respuesta a su Palabra? Se concluye con la contemplación, durante la cual nos preguntamos: ¿qué conversión del pensamiento, del corazón y de la vida nos pide el Señor en el pasaje que hemos leído y meditado? Probémoslo. Nos hará bien.

Vuestro,