Fecha: 26 de enero de 2025

Dentro de unos días, el próximo 31 de enero, celebraremos la fiesta de San Juan Bosco, sacerdote y pedagogo, que dedicó toda su vida a la labor de educación y formación de niños y adolescentes. Es un verdadero modelo de educador y formador de personas, aunque no siempre suficientemente reconocido en nuestro mundo actual. Por otro lado, el Papa Francisco nos ha recordado en el comienzo del nuevo año que «debido a las guerras, las migraciones y la pobreza, unos 250 millones de niños y niñas no tienen instrucción». Una alarmante afirmación con que el Papa denuncia una catástrofe educativa mundial en su vídeo con la intención para la oración de este mes de enero del 2025: «Por el derecho a la educación».

En esta intención de oración para el mes de enero, el Papa Francisco defiende el derecho a la educación de los niños y jóvenes que, debido a las migraciones y desplazamientos producidos por las guerras y la pobreza no pueden tener ningún tipo de instrucción. La Iglesia siempre ha tenido esta tarea entre una de sus prioridades, por muchos motivos, especialmente por lo que supone tener la prioridad en la persona humana.

Pero el tema de la educación va más allá de las situaciones límite de guerras o catástrofes naturales que imposibilitan la educación de niños y jóvenes. Porque si la educación se reduce solo a información, y no siempre objetiva, o a temas y aspectos puramente técnicos, podríamos hablar también de una crisis educativa total. Porque, si educar es pura tecnología ¿qué esperanza queda para la persona humana del futuro? ¿Construimos personas humanas o máquinas?

Por eso hace ya años, el papa Benedicto XVI, en un mensaje a la diócesis de Roma hablaba ya de emergencia educativa: «no es suficiente con una información técnica y científica para forjar hombres y mujeres responsables en su familia y todos los niveles de la sociedad. Para alcanzar este objetivo, es necesario privilegiar una educación en los valores humanos y morales y proporcionar una formación que abarque todas las dimensiones de la persona: individual y social, intelectual, técnica, científica y moral. Se trata, en definitiva, de ayudar a las nuevas generaciones de forma que se permita a cada joven tomar confianza en sí mismo, esperar en el futuro, preocuparse de sus hermanos y hermanas y asumir su papel en el crecimiento de la nación, con un sentimiento cada vez más agudo de preocupación por el prójimo».

«Educar, decía el Papa Benedicto nunca ha sido fácil, y hoy parece ser cada vez más difícil. Lo saben bien los padres de familia, los maestros, los sacerdotes y todos los que tienen responsabilidades educativas directas. Se habla, por este motivo, de una gran «emergencia educativa», confirmada por los fracasos que encuentran demasiado a menudo nuestros esfuerzos por formar personas sólidas, capaces de colaborar con los demás, y de dar un sentido a la propia vida».

Esta es una reflexión que debe llevarnos a tomar conciencia de la importancia de la educación que es ciertamente responsabilidad principal de los padres y la familia, aunque evidentemente con la ayuda de los centros educativos y de otras instituciones. Y teniendo claro que el sujeto de la educación es el ser humano, niños y jóvenes que tienen derecho a ser educados en los verdaderos valores que nosotros, como cristianos, reconocemos que son necesariamente los del Evangelio.

San Juan Bosco lo entendió bien esto, y empleó toda su vida en ello. Y así nos dejó un verdadero ejemplo de esperanza. Ojalá estemos a tiempo de replantearnos un tema tan fundamental como este en nuestras familias, en los centros educativos, en la Iglesia y en la sociedad. Ojalá nuestra esperanza se fundamente en Aquel que da sentido al presente y al futuro.