Fecha: 9 de febrero de 2025

El Papa Francisco ha comentado en diversas ocasiones que hay tres expresiones que todo matrimonio debería utilizar al menos una vez al día: por favor, gracias, perdón. Por eso, podemos imaginar unos esposos cristianos, un matrimonio cualquiera que, después de un día de pesado trabajo llegan por la noche a casa, y después de dedicar un tiempo a los hijos escuchándolos, jugando, orando, tras la cena y mientras los niños ya duermen, comparten también ellos un tiempo para escucharse, para orar juntos, pidiendo juntos, perdón a Dios, dándole gracias por los dones recibidos, pidiéndose perdón el uno al otro y dándose gracias también entre ellos. Y seguramente sin hablar demasiado y puede ser mirando al cielo y mirándose el uno al otro, contemplan a Dios presente con su amor en sus corazones.

Ciertamente, nos puede parecer una descripción poco real, aunque más bien deberíamos decir que es un ideal que deberían tener presente y vivir los esposos, una actitud que debería ser habitual en esta comunidad de vida y amor que es el matrimonio y la familia. Y esto, en medio evidentemente de los problemas y dificultades inherentes de la vida en este mundo, porque este maravilloso proyecto de la familia cristiana no deja de ser un tejido de luchas y gozos, de dificultades y consuelos que cuenta con la gracia de Dios que se ha comprometido en el sacramento del matrimonio a estar presente el camino que supone la vocación matrimonial.

Esta semana que empezamos se celebra la Semana de la Familia y esto debe animarnos a orar por todos los matrimonios del mundo, especialmente los cristianos, y también por los jóvenes que se sienten llamados a esta vocación. Porque el matrimonio, como estado de vida, es una vocación que surge del proyecto creador de Dios, cuando en el principio los creó a su imagen y semejanza, hombre y mujer los creó dice el libro del Génesis. El Señor llama a los esposos a reproducir sacramentalmente el amor, la entrega y la acogida de Cristo y la Iglesia (cf. Ef 5,32). Y como todo sacramento, hay una presencia especial de Cristo confiriendo su gracia para que los esposos puedan crecer en la santidad a través de ver a Cristo en el otro cónyuge. No cabe duda que es una de las maravillas de la creación

Lo recordaba el papa Francisco en la exhortación apostólica Amoris Laetitia, n. 120: «El matrimonio es un signo precioso, porque cuando un hombre y una mujer celebran el sacramento del matrimonio, Dios, por así decirlo, “se refleja” en ellos, imprime en ellos los propios rasgos y el carácter indeleble de su amor. El matrimonio es la imagen del amor de Dios por nosotros».

Así, aquellos que tienen la vocación al matrimonio no solo están llamados a ser imagen del amor de Cristo y de la Iglesia para el otro cónyuge sino para toda la Iglesia. Los matrimonios cristianos deben ser un recordatorio vivo de cómo Cristo ha amado a la Iglesia: «la ama tanto, que se ha entregado a la muerte por ella» (Ef 5,25) Y al mismo tiempo que necesita de la gracia de Dios necesita también de la fidelidad y la constancia en la oración y de una auténtica espiritualidad matrimonial. Además, esta «iglesia doméstica» que es la familia, así como comparte el amor de Dios entre ellos debe estar abierta también al amor y la acogida a los hermanos, especialmente aquellos que más lo necesitan.

El Señor encomienda a los matrimonios una labor preciosa, porque si no era suficiente con ser reflejo del amor de Cristo y la Iglesia, también les llama a cooperar con el amor creador de Dios. A través del amor de los cónyuges Dios da luz a una nueva vida, en la que los padres tendrán que ser intérpretes de ese amor que Dios les tiene. En la paternidad y la maternidad, los hijos deben poder ver y descubrir el amor de Dios, su providencia.

¡Y así, compartiendo juntos cada día su camino, el uno junto al otro, mirando el cielo, rezan uno por otro, rezan por sus hijos, ruegan para que la Iglesia les sepa acompañar y para que cada día más jóvenes descubran y valoren el gran tesoro que ellos han descubierto, la gran maravilla de la creación que es la familia!