Fecha: 9 de marzo de 2025

Dicen que algunos de los programas que tienen más audiencia en las televisiones y también en las redes sociales son los que hacen referencia al tiempo, a la meteorología. Esto significa que son muchos los que viven pendientes del tiempo que hará, de las tormentas, las danas, el frío y el calor. Y ciertamente la meteorología es una ciencia física apasionante que estudia una parte de la naturaleza y, por tanto, de la creación.

Con todo yo quisiera hablar ahora de otro tipo de tiempo, de aquel que supone nuestro paso por la vida y que los hombres hemos organizado en años, meses, semanas, días, horas, minutos y segundos. Y todavía dentro de esta distribución quisiera hablar de un tiempo que nos invita a mirar más allá de las nubes y las estrellas, que nos hace mirar a Dios. Porque hay un tiempo que hace referencia a nuestro peregrinar como cristianos y nos orienta hacia la verdadera vida, la del Señor resucitado. Y ahora como cada año, una vez más, se nos presenta el tiempo litúrgico de la Cuaresma para prepararnos para vivir la Pascua.

A veces se dice que este es un tiempo triste y oscuro, por aquello de la penitencia. Pero la Cuaresma no lo es de triste, al contrario, debe ser un tiempo vivido con alegría porque es el tiempo en el que los primeros cristianos durante siglos y aun ahora, los catecúmenos se preparaban para recibir el bautismo, y para nosotros debe ser el tiempo en el que recordemos también nuestro bautismo y nos preparamos para renovarlo. A su vez, en la Cuaresma recordamos que somos peregrinos hacia un término feliz, la resurrección de Cristo, y en él la nuestra también.

Es verdad que es un tiempo en el que se nos invita a intensificar la oración, a desprendernos de muchas cosas que se nos van acumulando y a compartir con los hermanos los dones que hemos recibido de Dios a través de la limosna. Pero precisamente por esto debemos estar agradecidos porque nos ayuda a recordar que con mucha facilidad nos olvidamos de la importancia y la necesidad que tenemos de la oración, de nuestra comunicación con el Señor, y nos ayuda a vivir el desprendimiento de tantas cosas superfluas a las que, más o menos conscientemente, se va apegando nuestro corazón, y a vivir el mandamiento del amor a los hermanos.

Vivimos atentos, sí, al tiempo que va a hacer, pero no mucho a los signos de los tiempos que el Señor nos da, porque él nos va dando señales para el camino que hacemos durante la vida en este mundo. Puede que tengamos que recordar aquellas palabras de Jesús: «Decía también a la gente: Cuando veis subir una nube hacia poniente decís a continuación: Viene lluvia, y la lluvia llega. Y cuando sopla el viento de mediodía decís: “Hará calor”, y lo hace. Hipócritas. ¿Vosotros sabéis entender el aspecto de la tierra y del cielo, y no sabéis entender en tiempo está viviendo?» (Lc 12, 54-56).

La Cuaresma es el tiempo que ahora estamos viviendo, es la señal que Dios nos da en nuestro camino, la señal de una peregrinación como la del pueblo de Israel hacia la tierra prometida. Emprendámoslo con ilusión en este Año Santo Jubilar, con el deseo y la esperanza de todo lo que Dios nos quiere dar para nuestro bien y el de nuestros hermanos.