Fecha: 16 de març de 2025
Cercana ya la fiesta de San José, el fiel custodio de Jesús y encargado de su crecimiento humano, y dentro de la celebración gozosa del Año Jubilar de la esperanza, oramos hoy por todos los seminaristas del mundo, los 6 de nuestra Diócesis y todos los que se preparan en la Iglesia para recibir un día la gracia del ministerio presbiteral. Este curso 2024-2025 el número de seminaristas en España ha vuelto a superar el millar, después del descenso producido desde el curso 2021-2022. En concreto, el total de seminaristas con los que cuentan las diócesis españolas es de 1.036, frente a los 956 del año pasado, según los datos que hizo públicos la Subcomisión Episcopal para los Seminarios. Celebramos, pues, con acción de gracias el Día del Seminario por estas vidas que se disponen a entregarse del todo a Dios. Esto nunca puede dejarnos indiferentes como católicos. ¡Son “nuestros” seminaristas, los que tendrán que asegurar la continuidad eclesial evangelizadora! Ellos tendrán que sembrar la esperanza en nuestro mundo.
La vida de un sacerdote es un gran camino humano y espiritual, una vida muy plena y realizada, porque realiza la voluntad de Dios en medio del mundo, y es otro Cristo en la tierra, en multitud de situaciones. Las vidas apasionantes de los sacerdotes deben encontrar continuadores. Es la oración confiada que brota de los labios de todos los cristianos, porque estamos muy seguros de la necesidad que tenemos de santos y buenos sacerdotes, que den toda su vida a Cristo y así puedan ser instrumentos suyos. Ellos hacen presente a Cristo entre nosotros, el fundamento de nuestra esperanza que no defrauda (cf. Rm 5,5). ¡Cuánto debemos a los buenos sacerdotes que nos han ayudado y que hemos conocido! Y todos ellos, antes, fueron seminaristas, se prepararon largamente para recibir esta misión de Cristo mismo, que los hizo apóstoles suyos, predicadores de su Reino, portadores de su amor y hermanos de todos. Precisamente cuando los tiempos son proclives a destacar las deficiencias de algunos miembros del clero, hay que manifestar bien alto que la fidelidad de los presbíteros ha sido y es ejemplar, que tantos y tantos sacerdotes han dado generosamente su vida y la siguen dando, para que otros la encuentren y conozcan a Jesucristo y nazca su esperanza. Con sacrificios personales y de sus familias, con renuncias y perseverancias mantenidas, con oración, fraternidad y entrega gozosa, con tantos sacramentos que han regalado en nombre de Cristo… los sacerdotes nos siguen enseñando el camino de la fe, de la esperanza y del amor, que nunca pasarán. ¡Demos gracias por nuestros buenos sacerdotes y por aquellos que se preparan para recibir la sagrada ordenación!
Este año el lema de este Día “Sembradores de esperanza”, pone de relieve que el ministerio de los presbíteros consiste en hacer presente y en regalar gratuitamente, pacientemente, la esperanza que viene de Dios, que consuela y repara nuestras heridas, que reconcilia a los enemigos y une a las familias y a los pueblos, y que restaura nuestra comunión con Dios y con la Iglesia, y nos urge a que también todos los fieles seamos portadores de esperanza. En el camino de la Cuaresma hacia la Pascua debemos amar y valorar profundamente la gracia del perdón y de la Eucaristía que Cristo nos da a través de los sacerdotes. Encomendémoslo a S. José, que tan decisivo fue para la formación humana del Señor y que como patrón de la Iglesia universal nunca dejará de interceder por los seminaristas y por todos.