Fecha: 20 de abril de 2025
Hemos llegado a la Pascua. El pueblo de Israel celebraba el paso del Señor que les liberó. Hoy celebramos también el paso del Señor entre nosotros, su paso de este mundo al Padre, su paso victorioso que nos libera y nos da una vida nueva. Hoy Cristo ha vencido a la muerte, y con Él, con su resurrección, todo cambia.
La resurrección no es solo un acontecimiento del pasado, un milagro lejano que recordemos con emoción. La resurrección es una realidad presente ahora porque está presente en nuestras vidas y en el mundo. Y su presencia es una fuerza viva, una esperanza nueva que atraviesa nuestro tiempo, nuestras sombras, y nos llama a levantarnos, a empezar de nuevo, a vivir con sentido.
Vivimos en un mundo que a menudo parece más bien una tumba: guerras que no terminan, desigualdades que se agravan, miedos que nos paralizan. Hay mucha gente que vive sin esperanza, atrapada en la tristeza, el cansancio, la soledad. Mucha gente piensa que con la muerte todo acaba, pero entonces, ¿qué sentido tiene la vida? ¿Qué sentido tiene la lucha de cada día? ¿Qué sentido habría tenido para Jesús su vida en este mundo si todo hubiera terminado en la cruz?
Pero Dios es el Dios de las sorpresas. Y la sorpresa la tuvieron aquellas mujeres que acudieron de madrugada al sepulcro con María Magdalena. Y así llegó la noticia que lo cambia todo: ¡Jesús ha resucitado! Y esto no es solo para Él. Es para nosotros también. ¿Pero qué debe significar esto hoy? Quiere decir que la vida tiene la última palabra, no la muerte. Quiere decir que el mal no vence. Que el amor es más fuerte. Que hay una luz que no se apaga, aunque la noche parezca larga.
La Resurrección es un llamamiento a transformar el mundo: a creer que es posible el perdón, la reconciliación, la paz. A ser hombres y mujeres pascuales: portadores de alegría, misioneros de esperanza, constructores de puentes, sembradores de vida nueva. Pero para anunciar esto al mundo de hoy, no bastan las palabras. El mundo necesita testigos. Hombres y mujeres que vivan con esperanza, que amen sin cansarse, que sepan levantarse después de caer. Cristo resucitado se hace presente en cada gesto de compasión, en cada paso hacia la justicia, en cada semilla de fraternidad, porque él es la vida y está vivo: «Yo estaré con vosotros día tras día hasta el fin del mundo» (Mt 28, 28).
Dejémonos sorprender hoy como las mujeres que encontraron el vacío. Y salgamos, como ellas, a anunciar que Jesús vive en nosotros.
¡Que tengáis todos una feliz Pascua!