Fecha: 31 de marzo de 2024
Estimados diocesanos, y queridos amigos y amigas: ¡Santa Pascua de Resurrección! ¡Aleluya! ¡El sepulcro está vacío!
En este domingo me gusta saborear los siguientes versos del gran poeta Mn. Jacinto Verdaguer: Tot complint les profecies, / es desvetlla gloriòs, / i al sepulcre les Maries / ja no hi troben el seu cos; / troben sols àngels que els diuen: / —No el cerqueu aquí enterrat! / mes cerqueu-lo entre els que viuen / a Jesús ressuscitat.
Amigos y amigas: la Pascua es Jesucristo vivo, que nos quiere vivos. Su amor no puede desaparecer sin dejar ningún rastro. La losa del sepulcro no ha podido retener la fuerza inmensa del amor de Cristo. Su amor, ¿cómo podía haber quedado cerrado en el sepulcro, muerto allí para siempre? La gran noticia es que la tumba está vacía, el sepulcro está vacío: al sepulcre les Maries / ja no hi troben el seu cos, nos decía el poeta.
La fuente de nuestra alegría se encuentra en la ausencia: somos felices porque el cuerpo de Cristo no está en el sepulcro, porque su tumba está vacía. Necesitaremos los ojos de la fe, los ojos del amor, una mirada como la que tenía el discípulo amado, para poder percibir que este vacío está lleno de vida y de promesas, para poder captar que en el vacío del sepulcro se encuentra la victoria de la vida sobre la muerte. Por eso es tan significativo que nuestros hermanos cristianos orientales designen al Santo Sepulcro como el Anástasis, es decir, como el lugar de la Resurrección. Y por eso los cristianos y cristianas veneramos el Santo Sepulcro de Jerusalén, no una tumba donde reposan los restos de un cadáver, sino un lugar aparentemente vacío y paradójicamente lleno de vida.
Percibir que el vacío del sepulcro está lleno de vida es un hecho que no es extraño que lo experimentemos, por poner solo un ejemplo, en el compromiso con los más pobres y necesitados. En efecto, hay misioneros en países empobrecidos del tercer mundo que paradójicamente viven con gran alegría. Lo que podemos constatar es miseria, sufrimiento, lucha para sobrevivir… todo como si fuera precisamente una tumba, un lugar de muerte. Pero para los ojos de la fe, para los ojos del amor, es una tumba vacía llena de la gloria del Señor. Y a veces, estos hermanos y hermanas nuestras, tan comprometidos en un mundo donde siembran vida y fe, justicia y paz, nos impulsan a ser también nosotros sembradores de semillas de vida plena, a rezar y a mirar con amor la presencia del Señor de la Resurrección.