Fecha: 26 de juliol de 2020
En la festividad de S. Joaquín y Sta. Ana, padres de la Virgen María, dedicamos hoy un recuerdo especial a las personas mayores, ya que son los patronos de los abuelos. El Covid19 ha afectado sobre todo a la gente mayor, y muchos han muerto en residencias, hospitales y en sus domicilios. También, los mayores son los que más han sufrido el drama de la soledad y de la separación de sus seres queridos, hijos o nietos, cuidadores o amigos. Confinados, solos, viviendo con miedo y angustia. Es necesario que los amemos y cuidemos con mucho amor y atenciones.
Los Obispos de la Comisión de Pastoral Social y para Familia y Defensa de la Vida han ofrecido un precioso mensaje de esperanza hacia nuestros mayores, “Una mirada especial a los mayores”. Destacan que los mayores nos ayudan a valorar lo esencial de la vida y a renunciar a lo que es transitorio. Ellos han aprendido que el amor y el servicio a los demás miembros de la sociedad son el verdadero fundamento en el que todos deberíamos apoyarnos para acoger, levantar y ofrecer esperanza a nuestro prójimo, en medio de las dificultades. El Papa Francisco recordaba recientemente que «la desorientación social y, en muchos casos, la indiferencia y el rechazo que nuestras sociedades muestran hacia las personas mayores, llaman no sólo a la Iglesia, sino a todo el mundo, a una reflexión seria para aprender a captar y apreciar el valor de la vejez» (31.1.2020). Sin olvidar que una sociedad que abandona a la gente mayor y prescinde de su sabiduría, es una sociedad enferma y sin futuro, porque le falta la memoria. Sin respeto, reconocimiento y honor por la gente mayor, no puede haber futuro para los jóvenes, y por ello hay que evitar que se produzca una ruptura generacional entre niños, jóvenes y ancianos. Y continuaba el Papa: «Conscientes de este papel irremplazable de las personas mayores, la Iglesia se convierte en un lugar donde las generaciones están llamadas a compartir el plan de amor de Dios, en una relación de intercambio mutuo de los dones del Espíritu Santo. Este intercambio intergeneracional nos obliga a cambiar nuestra mirada hacia las personas mayores, a aprender a mirar el futuro junto con ellos. Los ancianos no son sólo el pasado, sino también el presente y el mañana de la Iglesia» (Al Congreso Internacional «La riqueza de los años»).
Desde el respeto a su dignidad y al bien común de la sociedad, debemos ofrecer a las personas mayores una atención y unos cuidados ricos en humanidad y en verdaderos valores. No se les puede descartar injustamente. Sobre el drama vivido en la atención hospitalaria son iluminadoras las palabras de la Pontificia Academia para la Vida: «En este momento, después de haber hecho todo lo posible a nivel organizativo para evitar el racionamiento, se debe tener siempre presente que la decisión no puede basarse en una diferencia en el valor de la vida humana y la dignidad de cada persona, que siempre son iguales y valiosísimas. La decisión se refiere más bien a la utilización de los tratamientos de la mejor manera posible en función de las necesidades del paciente, es decir, de la gravedad de su enfermedad y de su necesidad de tratamiento, y a la evaluación de los beneficios clínicos que el tratamiento puede conseguir, en términos de pronóstico. La edad no puede ser considerada como el único y automático criterio de elección, ya que si fuera así, se podría caer en un comportamiento discriminatorio hacia los ancianos y los más frágiles» (Pandemia y fraternidad universal, Nota del 30.3.2020).
Mientras rogamos por el eterno descanso de los difuntos, también debemos destacar la importancia de las personas mayores en el ámbito familiar y en la sociedad. Ellos son la sabiduría y la experiencia ante la vida, ejemplo y guía para los jóvenes y niños, ya que no son sólo destinatarios de la pastoral evangelizadora de la Iglesia, sino verdaderos actores que hacen mucho por la educación cristiana de los niños y los jóvenes en la fe.