Fecha: 13 de abril de 2025
Las eucaristías del domingo en Brians terminan con un canto a la esperanza: Ayúdame a caminar, contigo iré sobre las olas de la mar y cantaré quién eres Tú…Tú eres Jesús, mi Dios, mi bien, mi libertad. Llamo a ese momento el de la transfiguración, porque después de haber comulgado y tras unos minutos en silencio agradecido, al unísono cada cual canta, piensa y reza su esperanza en Jesús, quizás para caminar y volver a encontrar el camino del bien y libertad. Ya sabemos que “donde abundó el pacado, sobreabundó la gracia”, para quien la quiere recibir. Tales de Mileto escribía: “La esperanza es el único bien común a todos los hombres; los que todo lo han perdido la poseen aún».
La esperanza cristiana se fundamenta en el Dios de Jesús, de quien decía Benedicto XVI, es el Dios “que tiene un rostro humano y que nos ha amado hasta el extremo, a cada uno en particular y a la humanidad en su conjunto. Su reino no es un más allá imaginario, situado en un futuro que nunca llega; su reino está presente allí donde Él es amado y donde su amor nos alcanza, Sólo su amor nos da la posibilidad de perseverar día a día con toda sobriedad, sin perder el impulso de la esperanza” (SS 31). Es como el padre y la madre que permanecen con cariño cerca de nosotros: no nos resuelven nuestros problemas, pero su presencia nos da fuerza para resistir, confianza para esperar, entereza para nombrarlos e impulso para afrontarlos.
De este Dios podemos decir: Él se hace cargo de nuestras cambiantes preocupaciones y nos habla en ellas. Es un Dios que en Jesús viene y no en visita de cortesía, de paso, viene para quedarse. “Tanto amó Dios al mundo que le mandó a su Hijo”. No hay discursos de alarma y de condena, sino cercanía que desde el amor redime. Por eso podemos cantar…ayúdame a caminar.
A pesar de tantas heridas y dolor Dios quiere hacer el mundo mejor con nuestro trabajo y nuestra solidaridad. No rearmarlo de venganza y violencias, sino re-amarlo y desarmarlo con el perdón que será inaudito en la cruz del viernes santo. El amor cristiano no tiene recetas para los problemas, pero es una mano tendida para el hombre o la mujer que los padecen. Viene, por último, para regalarnos su fuerza, su Espíritu, su proyecto de vida y salvación. Lo hizo definitivamente en la Pascua Cristo, la ha seguido haciendo en muchas ocasiones. Incluso si nuestras respuestas no han sido satisfactorias, Dios nos da constantemente nuevas oportunidades.
En un Dios así podemos confiar. Y esperar.
Buena Semana Santa y santa Pascua.