Fecha: 3 de enero de 2021
¡Cuántos niños han enviado sus cartas a los Reyes Magos! Aunque sea adulto, un año más, también quiero escribir mi carta, sencilla, como la de tantos chavales.
Queridos Reyes Magos:
Os escribo para compartir con vosotros mi lista de deseos. Como bien sabéis, el 2020 ha sido un año difícil y, por ello, creo que esta carta también será difícil de escribir. Estoy convencido de que lo que os voy a pedir es un clamor general. Y, aunque la firmo yo, podrían haberla escrito millones de ciudadanos del mundo. Hombres, mujeres, niños, adultos, jóvenes, ancianos, empresarios, trabajadores, estudiantes, creyentes, ateos…
Reconforta pensar que toda la humanidad nos hemos unido en un mismo deseo para este próximo año: el deseo de volver a la normalidad y superar la pandemia de la Covid-19. Empezamos, según nos dicen, a salir del túnel, pero todavía nos falta un buen trecho por recorrer. Estamos ansiosos por convertir la exigida distancia de dos metros en la reconfortante cercanía de un abrazo, pero todavía tendremos que esperar. Quedan días de incertidumbre, de distancia y de prudencia. También de oscuridad, porque, por desgracia, la pandemia continuará dejando víctimas. Muchas veces continuaremos sintiéndonos confusos.
Por ello, os pedimos que pongáis en nuestra vida una estrella de Belén, como la que a vosotros os guió hasta el pesebre para adorar al niño Jesús. Una estrella que nos oriente en nuestro camino y que nos permita avanzar, sobre todo en medio de las dificultades como las que estamos viviendo. Una estrella que nos conduzca hacia la Estrella en mayúsculas, que es el mismísimo Jesús, que nos ofrece su luz. Una luz que es la Palabra de Dios, capaz de revitalizar nuestros corazones y darnos fuerza para vivir. Una luz que hará crecer nuestra fe y nos llevará a alcanzar, algún día, nuestra meta última: el encuentro con Dios. Una luz que nos ayudará a ver con claridad que, a pesar de todo, la vida es el mejor regalo que jamás hayamos recibido. «Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida» (Jn 8,12), nos dice Jesús.
Siguiendo esa luz descubriremos, además, que Dios nos invita a alcanzar metas más altas, pero sobre todo a tocar el cielo. Es la misma luz que nos ayuda a recordar a las personas que nos han dejado el pasado año, muchas de ellas afectadas por el coronavirus. Una luz que también nos permita alumbrar a las personas que aún sufren las secuelas de esta terrible pandemia.
Ojalá que, siguiendo la estrella de Belén, nos demos cuenta que nosotros también, unidos a Cristo, podemos ser estrellas y que hemos nacido para brillar. Estamos llamados a iluminar, no solo nuestros pasos sino también los de todos aquellos que caminan a nuestro lado, para mostrarles que Dios los ama.
Queridos Reyes Magos, os deseo un feliz año y me despido pidiéndoos que recéis por la humanidad entera.