Fecha: 22 de septiembre de 2024
Estimado amigo y amiga, que te encuentras en la cárcel: pasado mañana, martes 24 de septiembre, celebraremos la fiesta de Nuestra Señora de la Merced. Este hecho me ha hecho pensar en ti y en los fieles de nuestra diócesis que, como tú, os encontráis en uno de los dos centros penitenciarios donde deseo visitaros personalmente en este nuevo curso pastoral.
Como seguramente ya sabes, el 10 de agosto del año 1218, en la Catedral de Barcelona, el obispo Berenguer de Palou, San Pedro Nolasco y un grupo de compañeros, tomaron el hábito de la Orden de la Merced de Cautivos para la redención de prisioneros en tierras lejanas. Han pasado muchos siglos y todavía hoy hay muchos mercedarios y también sacerdotes diocesanos, diáconos, miembros de vida consagrada y fieles laicos y laicas que hacen un muy buen servicio en el ámbito de lo que llamamos “pastoral penitenciaria”. En nuestra diócesis tortosina hay un buen grupo. Ellos y ellas te visitan, te escuchan, están por ti, te ofrecen gratuitamente y voluntariamente horas de su tiempo, y te invitan a la vez a que conozcas más y mejor a Jesucristo. Él es un amigo que te acompaña y que te invita a que vivas el don de una libertad interior a pesar de que experimentes la condena de estar encarcelado, privado de vida y relaciones exteriores.
Doy muchas gracias a Dios por el magnífico servicio, abnegado y competente, que llevan a cabo la Delegada Diocesana de Pastoral Penitenciaria junto con los buenos amigos y amigas voluntarios que te visitan y celebran periódicamente contigo la eucaristía, y otros sacramentos, en la capilla de tu centro penitenciario. Es un gozo poder celebrar junto con todos ellos que no estás huérfano, sino que puedes contar siempre con la Virgen María, que bajo la advocación de la Merced, liberadora de cautivos, te acoge y te acaricia con ternura.
Te imaginas, amigo y amiga, a la Virgen María separada de su hijo Jesús, ¿verdad que no? ¡Claro que no! Tampoco te la imaginas separada de ti.
Por eso, si en alguna ocasión, en la prisión donde estás, te sientes lejos de Nuestro Señor o incluso te piensas que lo has abandonado, te invito a que contemples una imagen de la Virgen María. En la capilla de tu centro penitenciario, o en la celda donde duermes, quizá mirando con mucha fe una pequeña estampa de Nuestra Señora de la Merced, te invito a que sientas que ella quiere estar solo para ti, quiere que le dirijas todas tus desazones, tu sufrimiento, tus ganas de poder obtener la libertad exterior rehaciendo tu vida con un nuevo sentido, tu deseo de emprender un nuevo rumbo con esperanza y una buena reinserción en la vida social, ojalá que con posibilidades de encontrar trabajo y un futuro digno. Y todo esto sabiéndote acompañado en todo momento por los voluntarios de la pastoral penitenciaria, que te pueden indicar nuevos caminos y una comunidad cristiana bien cerca tuyo donde puedas celebrar eclesialmente tu fe, tu ser discípulo de Jesucristo, que te ama mucho y quiere para ti lo mejor.
¡No te hundas jamás! Te mereces ser amigo, amiga, de Jesús, el Señor, experimentando dentro de ti una libertad bien profunda, cogido de la mano de su Madre, liberadora de cautivos. Que, pasado mañana, 24 de septiembre, tengas un muy buen día de fiesta en tu centro penitenciario. Hasta que pronto pueda visitarte personalmente. Que Nuestro Señor te bendiga y que Nuestra Señora de la Merced te proteja bajo su manto maternal. ¡Amén!