Las Delegaciones diocesanas de Liturgia de las Diócesis de la Conferencia Episcopal Tarraconense han traducido un Subsidio litúrgico de la Conferencia Episcopal Italiana que puede ajuyar a orar en estos momentos de epidèmia.

Este es el Subsidio:

CELEBRAR Y REZAR EN TIEMPO DE EPIDEMIA

Esquema elaborado a partir del subsidio de la Comisión Nacional de Liturgia

(de la Conferencia Episcopal Italiana)

 PASCUA

CUARTO DOMINGO

3 de mayo de 2020

Yo soy la puerta de las ovejas

La difícil situación que estamos viviendo no nos permite participar en la celebración de la Eucaristía del cuarto Domingo de Pascua.

Sugerimos, por lo tanto, un esquema para una experiencia de oración vivida en familia y en comunión con toda la Iglesia.

Es bueno elegir un espacio adecuado en la casa para celebrar y rezar juntos con dignidad y recogimiento. Siempre que sea posible, se debe crear un pequeño «lugar de oración» (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2691) o incluso en un rincón de la casa se colocará una Biblia abierta, la imagen del crucifijo, un icono de la Virgen María y una vela o una lámpara encendida.

Cada familia podrá adaptar el esquema conforme a sus posibilidades.

Este domingo, que coincide con la Jornada mundial de oración por las vocaciones, podemos orar en la familia por la vocación de nuestros hijos.

La oración puede ser dirigida por el padre (M) o la madre (M). Cuando todos están reunidos en un lugar adecuado de la casa, quien guía la oración dice:

(M)  En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

(T)  Amén.

(M)  Bendigamos al Padre

que ha hecho volver de entre los muertos

al buen pastor de las ovejas: Jesús, el Hijo amado.

Él es la puerta que nos abre la salvación

y el pastor que nos muestra el camino.

(T)  Bendito sea por los siglos de los siglos.

(M)  En este cuarto domingo de Pascua, Jesús se nos presenta como «el pastor» de la vida: solo entra en nuestra historia después de haber llamado a la puerta del corazón, llama a cada uno por su nombre; no conduce a recintos asfixiantes, sino que abre espacios de libertad.

Jesús también se nos revela como «puerta», no como pared o barrera que bloquea y dificulta el camino, sino como senda que nos permite entrar cerca del Padre, la única casa donde se encuentra la vida en abundancia.

Incluso hoy, en medio de muchas voces de ladrones y bandidos, resuena su voz, que nos guía con seguridad por el buen camino.

(M)  Oremos con el Salmo 22 (21)

El buen pastor nos anima y nos hace encontrar la paz. Si Él nos guía nos sentiremos más seguros.

(L1)  El Señor es mi pastor, nada me falta:

en verdes praderas me hace recostar;

me conduce hacia fuentes tranquilas

y repara mis fuerzas.

Me guía por el sendero justo,

por el honor de su nombre.

(L2)  Aunque camine por cañadas oscuras,

nada temo,

porque tú vas conmigo:

tu vara y tu callado

me sosiegan.

(L1)  Preparas una mesa ante mi,

enfrente de mis enemigos;

me unges la cabeza con perfume,

y mi copa rebosa.

(L2)  Tu bondad y tu misericordia

me acompañan todos los días de mi vida,

y habitaré en la casa del Señor

por años sin término.

(M)  Padre,

en Jesús nos has vuelto a abrir la puerta de la salvación:

Concédenos la sabiduría del Espíritu,

para que, entre las trampas del mundo

sepamos reconocer la voz de Cristo, el buen pastor,

que nos da la abundancia de la vida.

Él, que vive y reina contigo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

(T)  Amén.

TU PALABRA, LUZ PARA NUESTROS PASOS

Se puede aclamar a la Palabra con el canto del Aleluya, a través de una melodía conocida.

Del evangelio según san Juan                                                                                                            10,1-10

En aquel tiempo, dijo Jesús: «En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños».

Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba.

Por eso añadió Jesús: «En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante».

Palabra del Señor.

(T)  Gloria a ti, Señor Jesús.

Para meditar el pasaje evangélico de este domingo, puede utilizarse el comentario del anexo.

Después de unos momentos de silencio, proclamamos juntos la fe de la Iglesia, diciendo:

Creo en Dios, Padre todopoderoso,

creador del cielo y de la tierra.

Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor,

que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,

nació de santa María Virgen,

padeció bajo el poder de Poncio Pilato,

fue crucificado, muerto y sepultado,

descendió a los infiernos,

al tercer día resucitó de entre los muertos,

subió a los cielos,

y está sentado a la derecha de Dios,

Padre todopoderoso.

Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.

Creo en el Espíritu Santo,

la santa Iglesia católica,

la comunión de los santos,

el perdón de los pecados,

la resurrección de la carne

y la vida eterna. Amén.

A TI ELEVAMOS NUESTRA ORACIÓN

(M)  El Señor Jesús es el único buen pastor: en la certeza que nadie ni nada nos podrá arrebatar de sus manos, nos dirigimos a Él con confianza.

(L)  Señor Jesús, pastor de los pastores, Tú que nos has dado

a tus ministros, el Papa, los obispos y los sacerdotes:

(T)  Haz que confiesen de palabra y obra

que solo Tú eres el verdadero pastor, que entra por la puerta del corazón.

(L)  Señor Jesús, buen pastor, Tú nos conoces uno a uno:

(T)  Haz que, entre las mil voces que llenan nuestros corazones,

a menudo confusos, reconozcamos tu voz.

(L)  Señor Jesús, buen pastor, Tú que ves como nuestros días se oscurecen y se nublan:

(T)  Congréganos, a pesar de nuestras dispersiones

y de nuestras divisiones, y concédenos días de paz.

(L)  Señor Jesús, buen pastor, Tú no nos pones en peligro,

sino que nos acompañas con bondad y fidelidad:

(T)  Haz que entre los jóvenes de hoy día haya quien se deje fascinar por tu invitación

a ser un signo de tu amor en medio de las personas.

(L)  Señor Jesús, buen pastor, que cuidas de todos nosotros,

pero no nos asfixias en nuestras cerrazones:

(T)  Haz de la Iglesia un lugar abierto y acogedor, libre y liberador.

(L)  Señor Jesús, buen pastor, Tú caminas delante del rebaño y le indicas el camino:

(T)  Haz que sigamos, sin perdernos, el rastro de tu Evangelio.

(M)  Dice el Señor: «Yo soy la puerta: quien entre por mi,

se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos».

Invoquemos al Padre para que venga su Reino de amor y dé el pan de cada día a los pobres del mundo.

(T)  Padre nuestro…

COMUNIÓN ESPIRITUAL EN ESPERA DE RECIBIR LA EUCARISTIA

Creo, Jesús mío, que estás realmente presente

en el Santísimo Sacramento del Altar.

Te amo sobre todas las cosas

y deseo recibirte en mi alma.

Pero como ahora no puedo recibirte sacramentado,

ven al menos espiritualmente a mi corazón.

Como ya venido, te abrazo y me uno del todo a ti.

No permitas, Señor, que jamás me separe de ti. Amén.

INVOQUEMOS LA BENDICIÓN DE DIOS PADRE

Si hay hijos pequeños y jóvenes, los padres rezan por su vocación.

(Padre y madre) Dios Padre bueno,

en tu Hijo Jesús,

nacido de la Virgen María,

nos has dado a nosotros, padres,

la gozosa certeza

que nuestros hijos

están bajo tu mirada bondadosa.

Con el bautismo,

los confiamos

al abrazo de tu amor;

igualmente te confiamos, llenos de esperanza, su vida

abierta a la alegría,

capaz de llevar el peso del sufrimiento,

a punto para amar.

Te pedimos que los acompañes

con tu bendición paternal

en el camino de su vida.

Asístelos con tu gracia,

para que, guiados por ti,

saboreen la sabiduría de vivir

y encuentren la felicidad en la palabra del Evangelio.

Haz que encuentren en nuestro hogar

el lugar para abrirse libremente

a los proyectos que guardas en tu corazón:

dales la fuerza de crecer

según la vocación de amor a la que los llamas.

(T)  Bendice, Señor, nuestra familia,

renueva la alegría de estar juntos

y el coraje de dar testimonio de tu resurrección.

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Amén.

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Si no hay hijos pequeños ni jóvenes, se invoca la bendición del Padre de la siguiente manera:

(M)  Señor, bendice nuestra familia: (nombres de la madre, del padre, de los hijos y de los presentes)

y bendice todas las familias,

especialmente aquellas que necesitan serenidad y consuelo.

Acuérdate de (nombres de algunos familiares o amigos que se quieran recordar en particular)

y guarda a todos los hombres y mujeres en tu amor.

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Cada uno traza sobre sí el signo de la cruz, mientras el padre (o la madre) continua.

(M)  En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

(T)  Amén.

Se puede acabar con la antífona mariana del Tiempo de Pascua, Regina Coeli.

(M)  Reina del cielo, alégrate, aleluya;

(T)  Porque el Señor a quien has merecido llevar, aleluya,

(M)  Ha resucitado según su palabra, aleluya.

(T)  Ruega al Señor por nosotros, aleluya.

(M)  Gózate y alégrate, Virgen María, aleluya.

(T)  Porque realmente ha resucitado el Señor, aleluya.

ANEXO

Para meditar

 Jesús se presenta en nuestra vida como el verdadero pastor, en contraste con aquellos que se nos acercan por interés. A diferencia de los que son ajenos a nuestro bien, «entra por la puerta», no es impetuoso ni invasivo, antes de entrar llama allí donde se puede responder en libertad.

Cuando llama, se hace reconocer por el «tono de la voz», no con discursos llamativos que se imponen por su prepotencia, sino con un tono que convence y seduce por su «musicalidad», porque solo exige armonizarse con nuestra voz.

Cuando invita, no es para llevarnos a recintos cerrados, sino a espacios abiertos.

Cuando guía, camina delante nuestro, nos precede para dejar sus huellas en el camino.

En algunos momentos, Jesús mismo aparece como «puerta», nunca como pared o barrera, sino camino de acceso al Padre, a Aquél que no da muerte a la vida, sino que la da en abundancia.

Entonces, descubrimos la verdad de las palabras alentadoras del Salmo que acabamos de rezar. El primero que entonó este Salmo experimentó la sed y el cansancio, pero también descubrió que Dios, como buen pastor, no lo dejaba solo, sino que le hacía recostar en praderas de hierba fresca, cerca de una fuente donde mana el agua. Quizás, también caminó por cañadas oscuras y momentos de dispersión, pero el Dios-pastor le hizo sentir su proximidad y su vara de pastor, ese callado para toda dificultad, volviendo a encontrar y devolver a casa el hombre o la mujer que se había perdido.

Incluso en las relaciones difíciles, cuando uno se siente rodeado de miradas de enemistad, el buen pastor nos acoge bajo su tienda, un lugar donde la enemistad no puede entrar, porque nadie le ha dado lugar. Y cuando es el momento de reemprender el camino, se tendrán como compañeros de viaje la comida de la bondad y la bebida de la fidelidad de Aquél que nos ha acogido.

Si acogemos al Señor como el único pastor de nuestras vidas, ya no seremos aplastados por el mal. Cuando Él está con nosotros, nada nos puede faltar, nos sentimos protegidos, porque el Señor es un guía seguro que nos conduce sin dominarnos, nos protege sin oprimirnos, nos da seguridad sin quitarnos la libertad.