Fecha: 3 de octubre de 2021

El papa Francisco ha convocado a toda la Iglesia a iniciar un proceso sinodal. El curso pastoral que ahora comenzamos estará marcado por esta vivencia eclesial. La sinodalidad es una característica esencial del camino de la Iglesia a lo largo del tiempo. Toda su historia es una peregrinación que tiene como meta el Reino de Dios y la hemos de recorrer juntos: todo el pueblo de Dios se encamina hacia la Patria definitiva. En esa totalidad no debemos incluirnos únicamente los que vivimos ahora, porque la Iglesia no comienza ni termina en nosotros. No hemos inventado la fe, sino que la hemos recibido porque los cristianos de las generaciones anteriores la han mantenido viva, entre los que hay que destacar a los santos, que son los testimonios más claros de lo que es el evangelio vivido y el tesoro más grande que la Iglesia ha aportado al mundo. Del mismo modo que la fe cristiana no comienza con nosotros, tampoco termina con nosotros: vendrán nuevas generaciones de cristianos y de santos que continuarán dando testimonio de Cristo y sembrando la semilla de la vida de la gracia en la historia de la humanidad. Nuestra responsabilidad es mantener viva la fe y transmitirla con la palabra y el testimonio.

Cada época de la historia tiene sus características propias: la cultura y los valores desde los que las personas configuran su vida cambian constantemente. Nuestra época se caracteriza por ser un momento de transformaciones rápidas y profundas. Esto supone nuevos desafíos para la fe y la evangelización. A veces tenemos la sensación de que está naciendo un mundo nuevo que debe ser evangelizado y que esta tarea supera nuestras fuerzas. Necesitamos reflexionar juntos sobre la situación que estamos viviendo y buscar caminos para anunciar el Evangelio de un modo que resuene en el corazón de los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Hoy más que nunca sabemos que no podemos evangelizar desde actitudes individualistas; que no podemos estar pasivamente a la espera de que otros realicen esta misión; que sin la comunión gozosamente vivida y un compromiso de todos la evangelización no es posible.

La imagen de una Iglesia identificada con el ministerio, y concebida como una institución que está frente a nosotros para decirnos en cada momento lo que hemos de hacer, no se corresponde con su identidad más profunda. Esto lleva a considerarla como una institución que puede ser útil, pero que, en el fondo, es ajena a mí porque no la considero mía y, por tanto, no me siento responsable de ella. Todos los bautizados tenemos una dignidad de hijos de Dios y estamos llamados a participar activamente en la edificación del Cuerpo de Cristo. Para ello necesitamos encontrarnos, dialogar, hablar, escucharnos y, de este modo, crecer en la comunión. Esto es la sinodalidad llevada a la vida de la Iglesia.

En nuestra diócesis ya se vivió la experiencia de un sínodo diocesano y todavía hoy tenemos algunas estructuras fruto de él: consejos de pastoral diocesano y parroquiales; consejos de economía; laicos y laicas sin cuyo compromiso la pastoral sería más pobre. Necesitamos revitalizar estos organismos, creer en ellos y crecer en el sentido de responsabilidad eclesial. Por ello os quiero invitar a participar en este proceso sinodal, que comenzará en nuestra diócesis el 16 de octubre con un encuentro diocesano de agentes de pastoral y una celebración de la Eucaristía en la Catedral.