Fecha: 2 de febrero de 2025

En el marco del año jubilar que estamos celebrando en toda la Iglesia bajo el lema «Peregrinos de esperanza», celebramos hoy, este domingo, la jornada de la vida consagrada que está también dedicada a la esperanza, con el título «Peregrinos, sembradores de esperanza».

El Papa Francisco, en la Bula de convocatoria del año jubilar, señalaba todo un conjunto de ámbitos en los que la presencia cristiana es importante para transformar aquellas realidades duras en verdaderos motivos de esperanza y la vida de los consagrados, en todas las sus formas, debe tener un papel importante en esta transformación: «los signos de los tiempos, que contienen el anhelo del corazón humano, necesitados de la presencia salvífica de Dios, requieren ser transformados en signos de esperanza» (núm. 7). Entre otros, el pontífice hace referencia a signos concretos, a situaciones, que necesitan ser transformadas: la pérdida del deseo de transmitir la vida, el acompañamiento de los niños y de los jóvenes en su crecimiento y sus aspiraciones, los presos que experimentan el vacío afectivo, los enfermos con sus sufrimientos, los migrantes con sus frustradas expectativas, la gente mayor, los ancianos y los abuelos que tanto colaboran en la transmisión de la fe.

En nuestra diócesis las personas consagradas ejercéis vuestros carismas a través de las diversas instituciones a las que pertenecéis en todos estos ámbitos. Allí donde estáis el Papa os pide que con vuestra consagración, con vuestra vida seáis verdaderos testimonios y signos de esperanza que va más allá de lo que vemos con los ojos, y que los manifestéis a través de los consejos evangélicos. Además, el jubileo debe ser un llamamiento para reavivar vuestra consagración y a volver a sembrar verdaderos motivos de esperanza en los diversos ámbitos y realidades en las que estáis presentes.

Para ello puede acompañarnos la actitud de aquellos personajes venerables que encontramos en el evangelio de la Presentación del Señor. Como Simeón hay que estar inmersos en una relación profunda con Dios a través de la cual la vida tiene su verdadero sentido porque está anclada en la esperanza. Desde esta relación, Simeón puede descubrir la presencia esperanzadora de Dios en su Hijo Jesús, hecho niño pobre, y puede transmitir palabras de esperanza, que pueden sonar difíciles y duras, pero que responden al plan salvífico de Dios de redimir a la humanidad. La palabra de Simeón es una palabra que se sitúa en el plan de Dios, con la mirada puesta en la esperanza definitiva que pasa también por la cruz.

Y como Ana podemos hablar a todo el mundo de las maravillas de las que somos testigos en nuestra vida. En nuestras conversaciones, con gestos de proximidad, en los comentarios que hacemos, estamos llamados a transmitir esperanza allá donde a veces todo parecería llevar más bien al desánimo o a la frustración. Los motivos de la esperanza los tenemos en nuestro interior.

En un mundo carente de esperanza, vuestra vida debe ser testigo especialmente de esperanza. Agradezco la presencia de tantas personas consagradas en los diversos ámbitos de la iglesia diocesana y que contribuyen a edificar esta gran familia de la que formamos parte.