Fecha: 24 de abril de 2022
Esta aclamación que es un saludo de Pascua que se utiliza en muchas partes del mundo, particularmente en las iglesias orientales, es también a la vez una gozosa afirmación de fe en la Resurrección del Señor. Afirma que el Señor Jesús está vivo, que fue Crucificado y murió en el Calvario, pero que Él está vivo, ha resucitado. Ésta es la confesión que seguramente exclamaron también los discípulos cuando se iban comunicando la noticia. ¡Cristo ha Resucitado! ¡Verdaderamente, ha resucitado, Aleluya!
Aquellos discípulos que habían conocido a Jesús, que le habían visto morir y habían visto depositar su cuerpo en el sepulcro, se reencuentran con Jesús, su amigo, vivo. Es difícil imaginar qué sentimientos deberían experimentar en aquellos momentos.
Difícil sí, pero no imposible. Podemos imaginar el desconcierto, las dudas, pero también la alegría de los apóstoles y primeros discípulos. De hecho el evangelio nos dice que uno de los apóstoles, Tomás, no quería creérselo, para él esto no podía ser. No había estado presente en la primera aparición de Jesús y cuando sus compañeros se lo contaron no se lo creía. Pero ocho días más tarde se encontraban todos juntos otra vez y entonces Tomás vio a Jesús resucitado y confesó a Jesús viviente: ”Señor mío y Dios mío”.
Pero, ¿y nosotros?, ¿nos hemos encontrado con Jesús en nuestra vida? ¿Hemos tenido esa experiencia? Y no me refiero a verle físicamente. Porque si no es así, si él no está presente en nuestra vida significa que a esa vida le falta un elemento fundamental. Y además nos faltarán también la alegría y la esperanza verdaderas.
Todos tenemos preocupaciones, problemas que nos entristecen, a veces enfermedades, pero es necesario que dejemos que la alegría de la Pascua, la alegría del reencuentro, la presencia de este amigo que es el Hijo de Dios hecho hombre, que ha dado su vida por mí y que ha resucitado, se mezcle con todos estos sentimientos y lágrimas.
Tomás encontró a Jesús cuando ocho días más tarde estaba con los demás discípulos. Porque Jesús se hace presente en la comunidad, en la Iglesia. Un Jesús fuera de la Iglesia, sin la Iglesia, no es el verdadero Jesús.
Él ha vencido el pecado y la muerte. La tumba no pudo sujetarlo. La piedra fue removida. Las dificultades en nuestras vidas no tienen por qué detenernos. La fe nos ayuda a removerlas. Él está con nosotros: “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”.
La Pascua es un nuevo comienzo para Cristo y también para nosotros. Rezo para que experimentéis su presencia y su fuerza os llegue cada día. Que tengáis un santo tiempo de Pascua lleno de alegría y de esperanza.
¡Cristo ha resucitado, Aleluya!
¡Verdaderamente, ha resucitado, Aleluya!