Fecha: 8 de noviembre de 2020
Estimados y estimadas:
Desde el Concilio Vaticano II decimos y repetimos que la Iglesia somos todos, que formamos un pueblo que Diosa convocado en Jesucristo. Es la concepción renovada del Vaticano II ydel Concilio Provincial Tarraconense, quebebenenla fuente de los primeros tiempos. El Sacramento del Orden, sin apartar de la comunidad, da a los obispos ya los presbíteros una capacidad y una misión específicas en función del mismo pueblo, cuya cabeza es Cristo.
Ni las diócesis ni las parroquias son una empresa de los obispos o de los sacerdotes con unos clientes que acuden periódicamente para restaurar su vida religiosa. Tampoco podemos decir que la diócesis pertenezca más al obispo y la parroquia al sacerdote que al bautizado que queda en la penumbra. Es cierto, sin embargo, que cada uno sirve según la vocación que ha recibido y a la que ha respondido. En ello se basa la corresponsabilidad en la vida y en la misión de la Iglesia. También en su infraestructura material necesaria para llevarla a cabo.
Cada año celebramos el «Día de la Iglesia Diocesana». Su objetivo principal es sensibilizarnos en la corresponsabilidad de la economía parroquial y diocesana. El lema de este año dice: «Somos lo que tú nos ayudas a ser». Porque «somos una familia contigo». «Con tu tiempo, tus cualidades, tu apoyo económico y tu oración». Es así como somos y nos vamos haciendo Iglesia. La pandemia nos obliga a una mayor austeridad. Pero conviene continuar gestionando el día a día, haciéndonos cargo del patrimonio y los edificios destinados al culto, los servicios pastorales y del salario del clero. La conciencia de que todos los cristianos debemos contribuir a estos gastos ha ido ganando terreno. Es necesario que cada uno—también el obispo y los sacerdotes— se pregunte: ¿Qué puedo y qué debo dar a la Iglesia no solo por los servicios que recibo, sino porlos servicios que hace ydebería hacer a los creyentes ylos que no creen? La respuesta práctica no puede limitarse a un día, sino que debe cubrir todo el año.
Gracias a Dios, laicos y laicas profesionales muchos de ellos, han entrado en la gestión de las economías parroquiales y diocesanas. Esto permite un movimiento económico homologado y con metodología actualizada.
Para dar máxima transparencia a la gestión económica de la archidiócesis, conviene iniciar una campaña de información,que irá seguida por un debate y unas propuestas. Tanto la información como las propuestasdeberán comenzar por los sacerdotes, especialmente por medio del Consejo Presbiteral, y a ellas están invitados los laicos del Consejo Pastoral Diocesanoy de los Consejos parroquiales, y todos aquellos que, en las parroquias o en otros ámbitos de la pastoral, cuidan de la economía.
La diócesis no es del obispo, pero el obispo es el administrador nato, aunque bienes y gastos pertenecen a todos los que la formamos. Aprovecho para daros las gracias de parte de todos por vuestra colaboración en la economía de la Iglesia.
Vuestro,