Fecha: 5 de marzo de 2023

Estimadas y estimados. Este es el título de una conferencia pronunciada hace pocos meses en el Monasterio de Montserrat, por parte del eminente teólogo de Salamanca, el Dr. José-Román Flecha (cf. DdE 1137 [2022] 678-690). Y, ciertamente es así. Los cristianos nos encontramos entre las leyes promulgadas por el Estado ―o la misma sentencia del Tribunal Constitucional del pasado 9 de febrero― y el testimonio que tenemos que dar en todo momento a favor de la vida humana.

El debate social sobre la ley del aborto refleja el choque de valores que caracteriza a la sociedad. La defensa universal del respecto a la vida se enfrenta diariamente con otros valores, reconocidos como superiores en las actuales circunstancias. Así, para justificar la práctica y la legalización del aborto, se habla de la emancipación de la mujer, de las exigencias de la crianza y de la educación de los hijos, del valor autónomo de la relación sexual, del valor del trabajo de la mujer. Y, sobre todo, se insiste en el «derecho a elegir».

Ante esta realidad, ¿qué decimos los cristianos? Desde un punto de vista cristiano tenemos que afirmar que la vida en gestación siempre es un don de Dios Creador y una muestra más de la iconalidad divina de la criatura humana. Por consiguiente, merece protección absoluta y prioritaria por parte de todos los hombres y mujeres, así como por parte de los poderes públicos.

Si vamos al contenido de los pasajes bíblicos que aluden al tema ―a pesar de un lenguaje sobre Dios marcadamente antropomórfico, propio de la cultura del momento en que fueron escritos―, nos transportan a lo esencial. Al afirmar que Dios «conoce» y «ama» al ser humano «desde las entrañas de la madre», está profesando una fe en la dignidad de la persona, incluso antes de su nacimiento, es decir, por la dignidad inalienable del mismo ser humano y no solo por sus posesiones o condiciones circunstanciales.

Hay que advertir, además, que las leyes del Estado pocas veces tienen en cuenta la situación verdadera que ha llevado a tomar una situación tan dramática, ni la situación posterior de la madre, que requerirá todo un milagro de proximidad y terapia desde el amor. En este punto es, precisamente, donde podemos y tenemos que ser pioneros los discípulos de Jesús. De aquí que, en la Iglesia de Tarragona, desde hace tiempo, tenemos implantados tres proyectos: El proyecto «Ángel», dirigido a aquellas mujeres y familias que valoran la posibilidad de abortar, ofreciéndoles otros caminos. Vinculado a este, disponemos de la «Llar Natalis», dirigido a aquellas madres que han decidido tener el hijo, ofreciéndoles acogida y acompañamiento. Y, finalmente, el proyecto «Raquel», que ofrece acogida y acompañamiento a las mujeres, familiares o profesionales, que han sufrido o procurado activamente el aborto. Por medio de acompañantes y profesionales podrán estas personas ser guiadas, psicológicamente y espiritualmente, para afrontar el futuro con esperanza y paz.

Finalmente, tenemos que evitar la opinión generalizada según la cual la cuestión de la penalización o despenalización del aborto es un asunto meramente político. Tenemos que recordar que las leyes tienen un efecto pedagógico sobre la formación de la conciencia de los ciudadanos. En este sentido, la valoración de la vida sufre un innegable deterioro a causa de las leyes pro abortistas que tenemos.

Vuestro,