Fecha: 13 de septiembre de 2020
Cuando hablamos de la espiritualidad de una Iglesia en salida pensamos normalmente en una espiritualidad de salir, es decir, de la acción, de la misión… Pero, tal vez, este tiempo de la Covid-19, que nos ha limitado poder salir, ha sido la gran oportunidad para redescubrir la espiritualidad de entrar, es decir, de recibir, de escuchar, de acoger, de estar atentos, de contemplar…
En el progresivo retorno a la normalidad, ¿a qué cosas nos conviene estar atentos desde nuestras parroquias, comunidades, asociaciones, movimientos, fundaciones diocesanas, escuelas cristianas, centros culturales católicos y entidades de nuestra archidiócesis? ¿Qué significa salir en el contexto actual? ¿Qué llamada recibimos del Señor en esta nueva situación, totalmente excepcional y que nadie preveía hace unos meses?
Hemos hecho experiencia de nuestra fragilidad. Pensábamos que teníamos respuestas a todas las preguntas, pero nos hemos dado cuenta de que no las tenemos. También hemos hecho experiencia de que Cristo Resucitado nos sale al paso y que no responde a las preguntas que emergen de la realidad que estamos viviendo con explicaciones teóricas, sino con su presencia: «Yo estoy con vosotros hasta el final de los tiempos» (Mt 28,20). Él siempre está con nosotros y viene en auxilio de nuestra fragilidad, y nos infunde su paz y serenidad; nos hace salir sin miedo a difundir la alegría del Evangelio.
Desde la sencillez de sentirnos frágiles y necesitados, estamos llamados a salir al encuentro de las personas, de la sociedad, de la humanidad entera, para vivir la fraternidad. Estamos llamados a dar nuestro testimonio explicitando públicamente lo que nos invita a vivir el papa Francisco en la exhortación apostólica Christus vivit: «Dios te ama, Cristo es tu salvador, Él vive!» (n. 130).
Estamos llamados a un serio discernimiento sobre el futuro; a orar cada día y pedir al Señor: ¿cuál es tu voluntad? Habrá que dar respuesta a los jóvenes y con los jóvenes, y velar por este nuevo presente y futuro. Nuestra vocación es servir a los más pobres y vulnerables. En este sentido, ahora tendremos que seguir aplicando más que nunca el Plan Pastoral Diocesano, siguiendo el eje de los jóvenes, buscando los irrenunciables para una pastoral juvenil y, a su vez, la misma realidad de la crisis económica y social provocada por los efectos de la pandemia del coronavirus nos exige que unamos esfuerzos para acoger y vivir el Evangelio con los más pobres y vulnerables de nuestra sociedad. Durante el próximo curso pastoral, tendremos que trabajar conjuntamente estos dos ejes.
Como veis, nuestro Plan Pastoral ¡Salgamos! es más vigente que nunca. Como Iglesia en salida, pues, salgamos al encuentro de los hermanos y de la comunidad a través de la fraternidad; salgamos al encuentro de los jóvenes; salgamos al encuentro de los pobres, y hagámoslo desde la escucha del Espíritu en el discernimiento y, sobre todo, desde el encuentro personal y comunitario con Jesucristo.