Fecha: 24 de noviembre de 2024
Celebramos este domingo la culminación del año litúrgico con la solemnidad de Jesucristo Rey del universo. En el evangelio que proclamamos hoy en las celebraciones escuchamos el diálogo entre Jesús y Pilato en el contexto de la Pasión. Jesús se presenta como Señor y Rey de la creación con la misión de reconciliar todas las cosas en Él. Su reino se caracteriza por la verdad, la vida, la justicia, el amor y la paz. Es esto, de hecho, lo que pedimos cada vez que rezamos el Padrenuestro en una de sus peticiones: «venga a nosotros tu Reino». Es esto lo que nuestros corazones desean y necesitan.
Y en este contexto nuestra mirada se dirige estos últimos días a nuestros hermanos del levante español. Valencia, Albacete, Cuenca, Málaga, son nombres que últimamente asociamos al dolor y al sufrimiento, a la pérdida de vidas humanas y al hundimiento de proyectos, de ilusiones y de perspectivas para un buen número de personas cercanas a nosotros. La DANA ha sacudido fuertemente sus vidas y nuestras conciencias.
Pero, a su vez, riadas de solidaridad se han hecho presentes desde el primer momento para hacer frente a las riadas materiales. De todas partes ha surgido como espontáneamente una corriente de solidaridad que se ha materializado en recursos humanos y recursos materiales. De todo nuestro país, y desde otros países, son innumerables los voluntarios que se han desplazado a los lugares de la tragedia para ayudar a desescombrar, volver a abrir calles y salvar lo que se podía salvar. Junto a esto, la recogida de alimentos ha sido constante a través de instituciones públicas y privadas, así como también los donativos que se siguen haciendo llegar.
La Iglesia ha estado y está presente aquí también, como no puede ser de otra forma. Desde nuestra diócesis, a través de parroquias, de Cáritas diocesana, de congregaciones religiosas, y de muchas personas voluntarias, presbíteros, religiosos y laicos, en algunos casos en coordinación con los ayuntamientos y otras instituciones, ha habido una movilización de grandes dimensiones. Como obispo, os agradezco a todos el esfuerzo que se está haciendo y que estoy seguro se seguirá haciendo.
Entre todas las imágenes que se han hecho virales estos días, me viene a la memoria la imagen de un Santo Cristo de Paiporta en medio del barro, todo manchado y medio destrozado, con el rostro dolorido. Es el Cristo que hoy celebramos en la Iglesia, el Rey del universo, el que muestra expresivamente este sufrimiento y la solidaridad con quienes lo han perdido todo y quienes lo están dando todo. Es contemplando el rostro de ese Cristo que los cristianos afirmamos que su amor nos empuja a darnos a los demás, a trabajar por los demás, a ser signos de esperanza con nuestra cercanía, a ayudar en todo lo que sea necesario, a aportar lo que tenemos y lo que podamos. Especialmente este domingo con nuestra aportación a las colectas que se hacen en todas las parroquias y comunidades de todas partes, tal y como se ha propuesto desde la Conferencia Episcopal y que todos los obispos hemos suscrito.
Quisiera terminar estas palabras con una oración, la oración al Cristo de Paiporta. Un texto que he encontrado en las redes sociales y que nos invita a orar en medio del dolor con una solidaridad y esperanza lo suficientemente fuertes como para seguir dando lo mejor de nosotros, ya que es el amor de Cristo el que nos mueve y nos empuja:
CRISTO YACENTE DE PAIPORTA
Te sumerges en nosotros
en las aguas levantinas,
compartiendo la muerte
y manchándote de barro.
Cuando resurges del río,
el Jordán se ha transformado,
toda la creación se asombra
tu Reino ya está llegando.
Caminas junto a nosotros,
estás siempre a nuestro lado,
eres el rostro de Dios.
Jesús, amigo, hermano.