Fecha: 26 de septiembre de 2021
Nos hacemos eco de la invitación que nos llega, vía el papa Francisco, de adherirnos a celebrar “el Tiempo de la Creación”. Una celebración con carácter ecuménico que ya goza de una cierta tradición. Desde 1989, por iniciativa del Patriarcado Ecuménico, se viene celebrando, entre el 1 de septiembre y el 4 de octubre, el precioso don de la Creación, mediante una llamada a reflexionar y orar. Este año nuestro lema es “¿Un hogar para todos?”
Nadie podrá negar la oportunidad, y hasta la urgencia, de esta celebración.
Algunos la presentan como una forma de “tomar conciencia” del grave problema ecológico y favorecer compromisos a favor de la conservación del planeta. Sería un muy buen deseo que se dieran estos frutos.
Pero debemos antes ser conscientes de dos importantes factores.
El primero es que, si hablamos de “Creación”, ya estamos interpretando la realidad de la naturaleza y el cosmos como resultado de un acto, el acto creador de Dios. Este supuesto no es compartido hoy por muchos, para quienes el cosmos y la naturaleza solo son el resultado de una evolución casual desde un punto de acumulación y explosión de energía… Quienes piensan así, también buscan, quizá, la conservación de la naturaleza. ¿Por qué? Cada uno sabrá, quizá por instinto de conservación o por un buen sentimiento de compasión, etc.
Quienes creemos en Dios Padre Creador entendemos la naturaleza y el cosmos como un don que Dios hace a la persona humana, también creada por Él, por amor. De ello se deducen consecuencias decisivas:
– Afirmamos que el cosmos, el ser humano y la naturaleza no son dios (como creen algunas religiones). La naturaleza está para el ser humano (de ahí su dignidad y valor) y no al revés.
– El ser humano vive en el mundo como en “su casa”. Así fue la voluntad del Creador, de forma que de ella depende su existencia.
– Esta casa (naturaleza, cosmos) es de Dios y, por tanto, de todos; todos la hemos de cuidar y compartir. De ahí que su cuidado es un acto de justicia y de amor hacia los seres humanos actuales y futuros.
Cuidando el “oikos”, la “domus”, la casa de Dios, alabamos a Dios y servimos a la humanidad concreta, especialmente a quienes menos pueden disfrutar de la creación.
El segundo factor es que la gran iniciativa del “Tiempo de la creación” consiste, entre otras cosas, en una llamada a la oración en común, ecuménica. Una oración que culminará para nosotros en la celebración que tendrá lugar el próximo 3 de octubre, en la Sagrada Familia.
Pero la oración se justifica, tiene valor, por sí misma, en cuanto comunicación de amor con Dios. Eso es lo esencial de la oración. La oración tiene también otros efectos: mentaliza y educa, realizada públicamente constituye un testimonio y una difusión de la causa que la convoca. Pero la oración no se puede instrumentalizar para lograr este objetivo, no es herramienta para sensibilizar. Perdería su valor real y auténtico. Mejor buscar otro tipo de manifestaciones y de difusión del mensaje.
Hoy esta iniciativa es abrazada por la vasta comunidad ecuménica. Quienes creemos en Dios Padre Creador le alabamos y le pedimos que su obra llegue a ser realmente un hogar para todos.