Fecha: 7 de marzo de 2021
Estimados y estimadas,
En el documento, Espíritu, ¿hacia dónde guías nuestras Iglesias?de los obispos de Cataluña que vamos glosando durante estas semanas, hay un momento en el que encontramos escrito: «La fascinación por la tecnología con la competición hombre-máquina y la explosión del mundo telemático con motivo de la pandemia, producen cambios antropológicos muy profundos que llevan a plantear la pregunta esencial que se hace el Salmo 8: “¿Qué es el hombre… qué es el ser humano?” (v. 5)».
Es verdad. En este último año hemos asistido a una explosión del mundo telemático. Según el Instituto de Estadística de Cataluña (IDESCAT) un 91% de la población catalana ha utilizado Internet en los últimos tres meses y, de éstos, un 84% es usuario de al menos una de las cinco redes sociales más activas: Facebook, YouTube, Instagram, Twitter y TikTok. Además, durante la pandemia se ha incrementado en un 27% el consumo de datos desde todo tipo de dispositivos. Esta información la debemos combinar con un índice bastante relevante: según el barómetro sobre la religiosidad elaborado por la Generalitat de Catalunya, sólo un 12,2% de la población participa habitualmente en celebraciones religiosas de cualquier creencia o confesión. Con estos datos, podemos formular la pregunta: ¿Dónde está la humanidad?
La humanidad está ahora en la red. O, dicho de otro modo, las redes sociales son lugar de evangelización preferente porque allí está todo el mundo. No nos lo podemos plantear como una opción. Ya no es posible. Debemos estar allí, porque las redes son lugares de evangelización y es necesario que nuestro testimonio esté presente. Vivimos en un mundo que cambia y evoluciona constantemente. Y esta evolución se ha acelerado en poco más de 40 años. No se puede esperar a ver hacia dónde van las cosas.
En nuestra Iglesia Diocesana los confinamientos y las limitaciones sociales que nos ha traído la pandemia, nos ha obligado a trasladar al mundo digital una parte importante de las actividades pastorales, litúrgicas y catequéticas, las reuniones, charlas y conferencias… Pero hemos ido tan deprisa, que no hemos tenido tiempo de analizarlo profundamente. Ahora es importante hacer un discernimiento profundo sobre la evangelización digital, para poder poner esta tecnología al servicio del Evangelio de Jesús. Incluso, en el documento de los obispos que vamos glosando, no encontramos una ulterior especificación del tema. Pero es necesario el discernimiento para reflexionar cómo podemos ponerlo todo a disposición del plan de Dios y, al mismo tiempo, alejarnos de lo que en las redes se convierte en basura y nos priva de pensar por nosotros mismos.
En este discernimiento, deberemos responder a varias preguntas: ¿A quién queremos evangelizar? ¿Cómo podemos ser imagen de la Iglesia en salidade la que habla el papa Francisco? ¿Cómo enfocaremos una pastoral específica? ¿Cómo formaremos y potenciaremos nuestras capacidades técnicas, creativas y profesionales para saber trabajar con las redes y en las redes? ¿Cómo aprenderemos el lenguaje digital? ¿Cómo apartaremos aquelloque nos aleja?
No sé si estamos bastante convencidos o suficientemente preparados, pero algo debemos hacer para convertirnos en misioneros digitales y pensar en una pastoral digital. Porque en las redes vive mucha gente que no puede encontrarse con el Trascendente, que su sensibilidad está dormida y que se comporta a menudo «como ovejas que no tienen pastor» (Mt 9,36). Esta nueva cultura de la comunicación, necesita una palabra digital, un pensamiento digital y, tal vez, un vivir en digital. Nosotros tenemos el mejor mensaje, el de Jesús. Ahora, el discernimiento es saber encontrar la aplicación que traduzca este mensaje en formato digital. Que el Espíritu nos ayude en este discernimiento, que deberemos hacer sobre la marcha y sabiendo separar el grano de la paja, para convertirnos en misioneros digitales.
Vuestro,