Fecha: 30 de junio de 2024

En el evangelio encontramos a Jesús celebrando las fiestas de su pueblo. Participa en las celebraciones religiosas del judaísmo, la fiesta de la Pascua, la celebración de los Tabernáculos, etc. También es invitado a fiestas familiares como la boda de unos buenos amigos en Caná de Galilea donde, a instancias de su Madre, realiza el primer milagro que ayuda a aquellos novios a que la fiesta no decaiga por falta de la bebida. Esta dimensión festiva acompaña también la fe de la Iglesia y la vida de los cristianos y ayuda a expresar la alegría de la fe, de la que a menudo hace referencia el papa Francisco.

Nos encontramos a inicios del verano, tiempo en el que muchos pueblos y ciudades de nuestra diócesis celebran sus fiestas mayores. De hecho, este fin de semana son varios los municipios que ya viven su fiesta mayor con motivo de la fiesta de San Pedro y San Pablo, que la Iglesia celebra el 29 de junio.

En estas fiestas encontramos unas raíces profundamente cristianas, ya que todas ellas están vinculadas al santo o patrón del pueblo o ciudad. Históricamente es alrededor de la iglesia o de un hecho religioso concreto que se han ido configurando nuestros municipios y han asumido una fisonomía propia. Por eso, la Misa de fiesta mayor es uno de los acontecimientos que siempre se encuentra en los actos programados en los días de la fiesta y suele ser bien concurrido por fieles y a menudo con presencia de las autoridades civiles como representantes del pueblo.

Es evidente que el sentido de las fiestas ha variado con el paso de los siglos y nuestra sociedad actual plural, secular, multicultural y multirreligiosa ya no está determinada por el hecho cristiano, aunque en sus raíces está presente. Esto ha comportado una gran variedad en la forma de celebrarlas con una mayor diversidad que en otras épocas.

Sin embargo, hay algunos elementos que perduran y que es importante conservar. La fiesta nos ayuda a agradecer el don de la vida que hemos recibido cada uno, el don de formar parte de una comunidad humana concreta y determinada que es nuestra familia, el vecindario y el pueblo, el don de establecer unos vínculos con las personas y de favorecer momentos de encuentro más tranquilos en los que podemos establecer relaciones más humanas e incluso de amistad.

El papa Francisco a menudo recuerda la importancia de sentirse pueblo, de formar parte de una comunidad en la que recibimos los valores y tradiciones que nos van forjando como persones, pueblos y sociedades .

La fe cristiana ha estado siempre presente en medio del pueblo, en medio de la fiesta, arraigada en tradiciones y culturas diferentes en todo el mundo. Es una presencia similar a la que hacía Jesús acompañando la vida de muchas personas concretas, diciendo la palabra oportuna y adecuada en cada momento, preocupándose por la vida de los demás en sus necesidades espirituales y también materiales, compartiendo sus vidas.

Deseo, pues, que todos podamos gozar de nuestras fiestas, que lo hagamos con civismo, respeto y colaboración responsable, y que nos ayuden a dar gracias por todo lo que compartimos. Dar gracias a las personas y dar gracias a Dios, a la Virgen María ya los diferentes santos que son nuestros protectores en toda ocasión.