Fecha: 15 de noviembre de 2020

El día de San Francisco de Asís, el papa Francisco hizo pública su tercera encíclica, que lleva por título Fratelli tutti, Hermanos todos. Se trata de una encíclica marcadamente social, escrita en un momento de crisis de la humanidad. La pandemia no ha hecho más que radicalizar la crisis social, económica, política y religiosa que veníamos arrastrando. En este extenso documento, encontramos conceptos ya señalados por el Papa en escritos y homilías anteriores, pero incluye uno nuevo y muy importante. Se trata de la fraternidad y amistad social en un proyecto global común y con un rumbo nuevo. No pretendemos «resumir la doctrina del amor fraterno» —afirma el Papa—, «sino centrarnos en su dimensión universal, en su apertura a todos.» (n. 6). Porque «el amor no sólo se expresa en las relaciones íntimas y cercanas, sino también en «las macro-relaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas» (n. 181). Debemos pensar definitivamente en una sociedad nueva. Esta es la gran tarea que nos espera a nosotrosy, sobre todo, a las generaciones que nos seguirán. No les preparemos un mundo lleno de trampas.

En realidad, el Papa apunta a una tercera vía entre el liberalismo y el populismo, como señalaba hace pocos días Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de San Egidio. Por tanto, la propuesta es nueva, aunque no lo parezca. El papa Francisco sabe encajar lo antiguo y lo nuevo, y «nuevo» significa desconocido. Y ante lo desconocido hay dudas. La propuesta incluye constataciones y respuestas a muchas de estas dudas. Destaco tan solo unas cuantas en la Carta de hoy y en la de la próxima semana.

Parece que la historia vuelva atrás, la política es más frágil ante los poderes económicos transnacionales y se desfiguran expresiones como democracia, libertad, justicia… Ya no se discute de proyectos a largo plazo para asegurar el bien común, sino de recetas de marketing. Ante esto, necesitamos una mística de la fraternidad, que sea capaz de actuar institucionalmente (n. 164-165). «A partir del “amor social”, es posible avanzar hacia una civilización del amor a la que todos podamos sentirnos convocados.» (n. 183).

Descartar personas vulnerables o no productivas implica formas miserables que creíamos superadas como el racismo, el abandono de los ancianos, la crudeza de las migraciones… o lo lejos que estamos de la igualdad entre hombres y mujeres. Estamos tan concentrados en las necesidades propias que ver a alguien que sufre nos molesta porque no podemos perder el tiempo en problemas ajenos. Esto es síntoma de una sociedad enferma. Es necesario invertir esta perspectiva, entrando en el espíritu de acogida y de servicio. «El servicio siempre mira el rostro del hermano, toca su carne, siente su proximidad y hastaen algunos casos la “padece” y busca la promoción del hermano» (n. 115). «Tiende tu mano al pobre» (cf. Sir 7,32). Precisamente, este pasaje bíblico es el lema que el papa Francisco nos propone para la cuarta Jornada Mundial de los Pobres, que tiene lugar hoy. Se nos invita especialmente a fijarnos en lo esencial, superando las barreras de la indiferencia.

La próxima semana continuaremos con otros puntos de la propuesta que nos hace el papa Francisco.

Vuestro,