Fecha: 21 de abril de 2024
Hoy, cuarto domingo de Pascua, rogamos especialmente por las vocaciones al seguimiento de Jesús, el Buen Pastor.
Habitualmente escuchamos decir que en nuestras diócesis hay crisis de vocaciones. Creo que, propiamente, lo que hay en nuestra Europa occidental, no en otros lugares de nuestro mundo, es una crisis en la escucha y en la respuesta generosa al Señor. Él no tiene ninguna crisis. Al contrario, Él no para de dirigirnos su llamada a conocerle, amarle y seguirle. Él continúa llamándonos siempre a cada uno de nosotros, pero quizás debido a demasiados ruidos o bien porque estamos un poco sordos, no siempre lo sabemos escuchar con atención. No siempre le respondemos con gozo y confianza. No siempre acabamos de fiarnos de que cuando le decimos sí a su llamada es cuando somos verdaderamente más libres que nunca. «Él, más que nadie, respeta nuestra libertad, no se impone, sino que se propone», tal como nos lo remarca el papa Francisco en su mensaje para la 61.a Jornada Mundial de Plegaria por las Vocaciones, que celebramos precisamente hoy.
Cuando rezamos el Padrenuestro y decimos «hágase tu voluntad», podemos experimentar que es un gozo inmenso ser discípulos misioneros suyos. En este año 2024, dedicado de manera especial a la oración en preparación del Jubileo del año 2025, somos llamados a redescubrir el don inestimable de poder dialogar de tú a tú con el Señor, y en este diálogo de amor invocar el don de vocaciones santas. E invocar también el don de buenos acompañantes que ayuden a los llamados a discernir la propia misión en la gran familia de la Iglesia: la vida de compromiso laical, en países de misión en el tercer mundo, o en el mundo de la marginación en nuestra casa, en lugares de frontera, en el mundo de la cultura, del arte, de la economía, de la política; la vida consagrada, tanto en el silencio de la oración como en la acción apostólica; o la respuesta al Señor desde la vocación al diaconado o al sacerdocio. Esto es —según una bonita imagen del mensaje mencionado del Santo Padre—, «la polifonía de los carismas y de las vocaciones, que la comunidad cristiana reconoce y acompaña».
Hoy, pues, recemos unidos: «Padre, ayúdanos a hacer tu voluntad, cada día, en cada momento. Que nunca nos cansemos de buscar lo que quieres de nosotros, para que todos, con alegría, nos sepamos discípulos tuyos. Que todos, con generosidad, nos sintamos misioneros, enviados a llevarte allí donde desees que vivamos nuestra fe. Que nunca falten jóvenes que, reconociendo tu llamada, digan, sin miedo: hágase tu voluntad; y que tu Madre, María, nos fortalezca en nuestro compromiso contigo y con la Iglesia. Amén.»